Opinión

Antonio Perdomo Betancor

Recreación de la batalla

El cuerpo humano ya ha pasado a otra cosa. A La vida privada la ha abierto en canal la política, porque eso tiene la política. Es un campo de batalla que las ideologías se disputan, ferozmente. Por tradición el pecado lo sancionaba la ley moral, la legislación civil las transgresiones normativas, sin embargo lo humano lo compone un horizonte psicobiopolítico. Y desde esta perspectiva las ideologías se despliegan en la cosa del cuerpo con sus estrategias de dominio, realizan movimientos de despliegues y repliegues, como los ejércitos en las guerras.

Apenas alguien se detenga y observe la cartelería de los animales en los mercados de abasto, la geografía de la silueta del despiece animal. Comprueba que cada parte de su anatomía son fracciones de un botín. Antes de que el cuerpo humano fuese un cuerpo en disputa, ahora emboscado, de su figura emanaba una teología intangible. De una mística pictórica, incluso los cuerpos pobres y menesterosos que eran población de guerra, para guerra civil se sobreentiende. Porque en España, así pasen mil años, se debate de esa guerra con pasión enfermiza, como si fuera ayer.

En el Congreso de los diputados de la Carrera de San Jerónimo, antes que diputados, el Congreso parece un congreso, a gritos. Al oírlos, parece que se representen ellos mismos, y no que representan a otros. Algunos que no vivieron la guerra, ni remotamente, se manifiestan como si saltaran desde el fondo de las trincheras al escaño. Si no conociera que son diputados, diría que sufren la pena amarga de la mina. Miro a mi alrededor y hallo un saber que brillaría en la sede de la soberanía. Pero se ocupan de otras cosas. En general, la gente que constituye el movimiento social vive, mal que bien convive en el mercadeo de la vida, que es como el Congreso, pero de gente de buen trato o de trato. En el bar del Congreso el precio del gintónic es casi gratis, los desayunos y los almuerzos también. En los bares de la calle está por las nubes, lo cual es un índice de precios, pero que deberían usar.

Para la ciencia médica el cuerpo menesteroso es un hojaldre que un sanitario rasga, y desde lo alto un médico echa una mirada, aparta espacio a ambos lados del pecho, y observa. Y opera. El alma estará o no, bruñida, en lo hondo. Si estuviera, haría su efecto sin más trámites ni disquisiciones metafísicas. Pero, la enfermedad también es otra cosa, la enfermedad la forma y conforma el ecosistema, de este modo, la enfermedad es un cabreo del medio ambiente.

Desde esta alameda y con la curiosidad de lo que a pocos parece importarles, leo que la Consejería de Salud y Consumo de las Islas Baleares, la presidenta del Gobierno, Francina Armengol, pese a que es farmacéutica, consume cuerpo y alma en la política lingüística y exige su fracción del botín. ¡Que nadie hable español! Suena como: ¡todo el mundo al suelo!

El resto de la poética corpórea, el florido pensil, es goce. Uno se baña en el agua fría, y una escena refrescante de fontanas trasciende más allá del bien y del mal. Sin nada ni nadie que se inmiscuya en los pensamientos. Pocos lo hubieran imaginado, porque la política tiene cosas de las que la imaginación carece. Pienso que, siendo farmacéutica, Armengol, podría dedicarse a la cosa de la salud, pero no. Legisla, no sé si apresuradamente, pero sí urgente. Protocoliza que, en el acceso de los médicos y sanitarios al sistema de salud, la lengua catalana sea un requisito insorteable. Con lo cual anima a desprender ese miasma que afluye a enfermedad, debería saberlo cuando protocoliza que a quien no comprenda la lengua catalana se le interpele mediante mimo o teatro de pantomima.

El identitarismo es ese yo colectivo idealizado sometido a la alucinación de la identidad, un género literario que produce piezas de teatro del absurdo, que susurra a las almenas. El cuerpo y el pensamiento ideologizados, antes que cuerpo y pensamiento, son la manifestación de ese abusivo asedio que ciñe y ahoga. En España la obsesión por la lengua da cuenta de lo patológico celtibérico. Como la pureza de sangre en la España cervantina, la pureza de lengua rige nuestros destinos. Imagino que es el reflejo de las tradicionales angustias de la tribu, poco importa que el lenguaje del futuro (que es ahora) sea un lenguaje cibernético.

El filósofo Francis Bacon fiaba a la ciencia y tecnología el avance de las sociedades y las eleva a la cúspide de la gobernación. Desde esta perspectiva en España, esa sobrevaloración de lo retrospectivo, entre otros aspectos, encarece la libertad y procura padecimientos.

Antes de que una cuestión lingüística desemboque en una mala psicobiopolítica lingüística, el tema de la política lingüística se resuelve de manera natural, por medio de las preferencias de los hablantes, lo cual facilita la vida, y porque lo que impide el desenvolvimiento de la vida, la vida lo devuelve en forma de dolencia.

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