Opinión | A babor

‘Cursus honorum’

Julio Cruz

Julio Cruz

Julio Cruz lleva viviendo de un sueldo público casi desde que se afeitó por primera vez. Era funcionario del Cabildo de La Gomera, responsable del área de Turismo o algo así, en la etapa en la que asumía el rol de palafrenero principal, defensor y propagandista de Casimiro Curbelo. Y como pupilo de Curbelo fue escalando posiciones en la dirección regional del PSOE, hasta convertirse en diputado por La Gomera y secretario de organización del socialismo canario. Fue al final de esa etapa cuando Curbelo se vio implicado en el affaire de la barra americana a la que fue a rematar una noche de copas con su hijo y un colega estudiante, recién licenciados ambos de sus estudios. Tras la bronca en la comisaría, cayó inmediatamente en desgracia en el PSOE. Curbelo intentó frenar el desaguisado renunciando a su puesto en el Senado, pero eso no fue suficiente para parar la lapidación pública y el abandono por parte de muchos de los suyos del barco que se hundía: sus apadrinados de La Gomera comenzaron a relamerse pensando en que el puesto de Curbelo iba a quedar vacante y decidieron contribuir a aligerarle la pesada carga.

El primero que se subió a las barbas del presidente gomero fue precisamente Julio Cruz. Fue él quien organizó la campaña contra Curbelo en la isla, con buzoneos sistemáticos de un panfleto infamante, acusándole de corrupción y otras lindezas, generosamente repartido en todos los hogares de la isla. El panfleto, sin autoría conocida en su momento, fue financiado por uno de los adversarios históricos de Curbelo, el constructor Agustín Marichal, factótum empresarial del Sur y por entones presidente del PSOE de Arona. Marichal estaba empeñado en hacer algunas obras en Valle Gran Rey, y había entrado en conflicto con Curbelo años atrás.

Fue, pues, Julio Cruz, pupilo desafecto de primera hora, quien muy probablemente convirtió a Curbelo en víctima ante su tribu y movilizó a media isla de La Gomera en apoyo del líder caído en desgracia. El resto es historia ya conocida: Curbelo arrasó en La Gomera con un partido hecho con algunos retales del PSOE insular, sus amigos de toda la vida y un animoso grupo de jóvenes profesionales gomeros. Cruz vio la que había liado y se exilió dócilmente en Tenerife, donde pasó varios años tranquilos cómodamente instalado en Teobaldo Power como diputado culiparlante y vicepresidente de la Cámara, un echadero probablemente inmerecido que luego lo rebotó por elevación a la senaduría por el tercio parlamentario.

Cuando llegaron las elecciones de 2019 y el pacto florido, el PSOE dejó de contar con él y empezó su calvario transeúnte por los municipios del PSOE… el hombre había perdido su principal sinecura, y volver a su plaza de funcionario en el Cabildo de Curbelo, un sitio tan inhóspito y tan controlado por el enemigo, se le hizo insoportable. Buscó entonces acomodo en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, recién estrenada plaza socialista tras una votación en la que Patricia Hernández resultó elegida alcaldesa con los votos de Podemos y Ciudadanos. La alcaldesa le creó una bien remunerada plaza ad hoc, a su propia sombra y disposición. Se presentó a la plaza y quedó cuarto, y aun así, se quedó con el puesto, tras ser declarado más idóneo que los que quedaron antes que él. La verdad es que duró poco en el cargo, se fue al mismo tiempo que doña Patricia, tras prosperar una moción de censura inspirada en el dicho clásico de que quien a hierro mata a hierro muere.

Pasó entonces un tiempo aspirando a otra plaza hasta que se la crearon –también ad hoc, y esta vez sin cumplir siquiera los trámites obligatorios– por acuerdo del señor alcalde de La Laguna y don Santiago Pérez, beneficiado a la postre con el acta de senador de Julio Cruz, tras haber pasado por otras posaderas.

Siete meses llevaba el hombre instalado en su nuevo despacho, cuando el secretario general del Ayuntamiento lagunero ha dictaminado la ilegalidad del nombramiento: esta vez no es que quedara cuarto y lo enchufaran, es que ni siquiera se montó el expediente: le adjudicaron la plaza por procedimiento digital. O sea, a dedo. A ver cómo lo resuelven ahora.

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