Opinión | El recorte

‘Yankees, go home’

Román Rodríguez, presidente de Nueva Canarias (NC)-Bloque Canarista.

Román Rodríguez, presidente de Nueva Canarias (NC)-Bloque Canarista. / efe

Hay un grupo inversor, que desconozco, que a estas alturas debe estar tomando toneladas de tila y mirando atónitos la fotografía de un arbusto de secano que se ha cargado un proyecto de más de trescientos millones de euros. Están comprando la infusión en el mismo herbolario –va sin segundas vegetales– que una familia italiana a cuyo padre se le ocurrió adquirir unos miles de metros en la costa de Arico para hacer tres hoteles donde hoy solo existen casas en ruinas, pistas de tierra y bolsas de plástico enredadas en los tarajales. El pobre hombre y sus descendientes más que italianos parecían portugueses. O sea, ilusos. A quién se le ocurre pensar en invertir aquí.

Cuando no son los sebadales, que se ponen nerviosos si los cambias de sitio y por ende impiden la construcción de un puerto, son misteriosos grabados rupestres aborígenes a los que nadie ha prestado puñetero caso hasta que se van a mover un par de piedras para construir un complejo turístico. Cuando no es un escarabajo, que a pesar de estar al borde de la extinción está por todas partes, son los pobres mamíferos marinos, que han aprendido con todo éxito a esquivar los barcos que van hacia Los Cristianos, pero que, extrañamente, morirían atropellados por los mismos barcos si van hacia Fonsalía, un nuevo puerto que se cargaron con todo éxito después de gastar el dinero de nuestros impuestos haciendo un acceso viario hacia la nada.

La epidemia tinerfeña se expande. El virus empieza a atacar también otras islas donde hasta hace poco se hacían hoteles en plena playa sin que nadie levantara el dedo chico. Con eso de que había que diversificar nuestro monocultivo turístico, se consiguieron exenciones fiscales a la producción cinematográfica en Canarias. Nos hemos gastado una pasta gansa en publicidad, en film comisions que no necesariamente son comisiones de cine –aunque pudieran serlo– y otros anzuelos para que la gente viniera aquí a rodar sus películas y dejar un dinero.

Pero claro, en cuanto llega un pardillo que quiere invertir en Fuerteventura en una especie de ciudad del cine, con centro comercial incluido, se ha liado la de dios. Primero porque los terrenos de Dreamland están «cerca» de donde anidan ciertas aves protegidas. Cerca es medio kilometro. Y ya se han sublevado algunos que no quieren que les toquen los huevos a los guirres. Detrás irá el follón político. Román Rodríguez, líder de Nueva Canarias, ya ha dicho que se va a cargar el proyecto, aprobado en el Cabildo por «una mayoría pírrica». En democracia hay mayorías que no valen. Ya te digo. Las pírricas, por ejemplo.

Ahora todo se complicará. Aparecerán los restos de una tintorería romana. Una pimelia conejera de arena. O un yacimiento de pergaminos de piel de cabra con la recaudación del IGIC de Maxorata. Lo que sea. A ver si aprendemos: la única manera de que en Canarias se hagan las grandes inversiones es que pongan a gobernar a Antonio Morales, que donde pone una tubería no crece la hierba y no rechista ni dios.

Mientras tanto, que pongan un gran un cartel en los aeropuertos: «Si vienen a invertir, váyanse a tomar por saco». Y ganamos tiempo.

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