Opinión

¿De quién son los grandes yates?

Yates.

Yates. / EL DÍA

Los meses de octubre a diciembre son el escaparate en el que los yates de alto standing hacen una breve escala en el puerto de Santa Cruz de Tenerife previo a encarar su ocean passage hacia las Indias occidentales. El sector de la náutica deportiva de los grandes yates, algunos superan los 100 metros de eslora, pasa el invierno del hemisferio norte en Bahamas, Barbados o Islas Vírgenes británicas, y el verano, en el Mediterráneo. Este sector de alto poder adquisitivo, que hace escala meteorológica en Tenerife, también podría hacer el bunkering y víveres, que suelen dejan resuelto en Gibraltar.

Para que Canarias opte al mercado de la náutica deportiva de lujo, primeramente, debe estar en el selecto club del Ocean Yachting, en el que se entra por servicios, instalaciones y por ser un destino consolidado en el turismo de alto poder adquisitivo. En otras palabras, marinas y yachting clubs abiertos las 24 horas, con una amplia gama de servicios técnicos, también comerciales y restauración, con horarios flexibles, y personal altamente formado en idiomas y el sector náutico deportivo. Mi opinión es que aún no estamos preparados, y esa es otra de las oportunidades comerciales marítimas que se dejan escapar, pues no son pocos los yates de alto nivel que han hecho escala en Santa Cruz en estos meses. Todos, con Gibraltar como último puerto de escala, en el que han dejado altas sumas en forma de combustible, víveres y servicios varios, para dar el salto oceánico a las Antillas.

Entrar en el selecto circuito de los yates no solo significa contras con las instalaciones, que evidentemente se antoja como un requisito sine qua non, sino también captar el mercado para entrar en la rotación comercial de las citadas escalas, y convertirte en destino; y es aquí donde la dura orografía costera de las islas, en gran parte acantilada, expuesta al alisio casi constante y al maretón del norte, complican el proceder de estos yates, cuyos clientes buscan el fondeo en aguas tranquilas y poco profundas para el ocio y el relax.

Canarias podría ser esa plataforma para hacer competencia a Gibraltar. El problema, salvable, más allá de la extraordinaria gestión portuaria y off shore de La Roca, es que esos barcos suelen ondear pabellones Commonwealth, ya sea la Red Duster británica, Bermuda, Malta o cualquier otra bandera de conveniencia. Y todo por motivos fiscales. No verán náutica de alto nivel con bandera española o europea continental por mera cuestión de atracos fiscales.

¿Pero quién es el armador, dueño en el argot náutico, de estos yates? Nadie en su sano juicio económico tendría un gran barco a su nombre, y mucho menos uno cuyos costes se disparan por encima de los 250 millones de dólares. Estos barcos suelen estar registrados a nombre de firmas comerciales reconocidas, del ámbito de la moda o de la tecnología. La razón es simple, al estar registrados en paraísos fiscales, son difícilmente expropiables a sus dueños reales, ya que figuran como propiedad de una firma o marca registrada que puede tener muchos accionistas. Recuerden que aún se desconoce el dueño real, o mayoritario, del petrolero Prestige. Es la llamada estrategia de muñecas rusas, un sinfín de empresas pantallas que hacen opaco el dueño real del buque, y para complicar aún más sus expropiaciones, puede haber dueño de casco, y de máquina por otra parte. Todo, con direcciones, en paraísos fiscales, bastante reacias a entregar datos de sus lucrativos clientes que pagan por el anonimato.

La flota se divide entre los barcos disponibles para charters y los que son de uso particular. Sus armadores, aunque figuren como particulares, son magnates del petróleo, monarquías pérsicas o grandes empresarios, caso de Amancio Ortega, dueño, por medio de sus empresas, del Drizzle, de 67 metros de eslora, o Bill Gates, dueño por medio de Microsoft del Wayfinder, o el Y712 de Jeff Bezos, de Amazon. El objeto de estos barcos es el disfrute personal de sus propietarios, pero también un lugar anónimo y discreto para encuentros y reuniones de negocios alejados de la prensa.

Tras el conflicto de Ucrania, hay orden de requisamiento de los yates de las grandes fortunas rusas, si estos están atracados en puertos de la Unión Europea, o de otros estados sumados a las sanciones, y de negarles la entrada. En los días posteriores al inicio del conflicto, no fueron pocos los que se hicieron a la mar en busca de un puerto santuario en el que no fueran requisados. El yate de 130 metros de Roman Abramovich, tasado en unos 600 millones de dólares, y el tercero más grande que se ha construido, está refugiado en Turquía, e incluso cuenta con un sistema propio de defensa antiaérea y medidas de guerra contra-electrónicas para evitar sabotajes o ataques. Los yates rusos están refugiados en paraísos fiscales como Panamá, San Vicente y Granadinas, pero también en santuarios fiscales pertenecientes a la U.E. como St. Marteen, compartida discretamente por Francia y Holanda.

En el negocio chárter destacan los Aquarius, Octopus o Tranquility, barcos todos de casi cien metros de eslora, con costes que superan los 300 millones de dólares, y que ofrecen paquetes semanales a sus huéspedes de 1,5 millones de dólares, 2,2 millones y 1,1 millones respectivamente, todos en dólares USA, y los tres disponibles para el mercado español. ¡Anímense para el verano!

@Springbok1973

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