Opinión | EL RECORTE

Un talento abandonado

Aquí mismo, en nuestra isla, hay un grupo de jóvenes científicos que está trabajando en sorprendentes proyectos de inteligencia artificial, biomedicina, nuevos materiales o, esta es buena, procesos de cuántica fotónica. ¿Y qué es esto último? Pues una investigación que tiene aplicaciones para el mapeo del cerebro a escalas tan increíbles como poder medir la actividad eléctrica de una neurona. Un trabajo prometedor para poder mensurar la actividad cerebral de la burguesía canaria, que hasta ahora ha resultado indetectable. Pero que también tiene aplicaciones para los futuros ordenadores cuánticos, que multiplicarán exponencialmente las capacidades de la computación.

¿Saben quién financia esas investigaciones? La iniciativa privada. La empresa Arquimea tiene unos sesenta investigadores trabajando en varios proyectos que parecen magia para la gente normal y corriente, como un servidor. España es uno de los países de la Unión Europea que menos recursos dedican al I+D. Y lo de Canarias es simplemente para llorar. Ni las Universidades, ni las empresas, ni los investigadores, se consideran un sector estratégico en los presupuestos. No hay incentivos fiscales suficientes para quienes decidan invertir en investigación. No es lo nuestro.

Nos hemos pasado décadas hablando de la necesidad de diversificar el modelo económico de las Islas, porque no conviene tener todos los huevos en la misma cesta del turismo. Pero es un hecho que no podemos ser un enclave de la industria tradicional ni una potencia agrícola exportadora. Sin embargo, en el área de la investigación y el desarrollo, se abren posibilidades ilimitadas, porque es una actividad que no consume recursos.

Nuestros políticos andan discutiendo ahora que si galgos o podencos. Están analizando el alarmante crecimiento demográfico de Canarias, que durante décadas ha importado mano de obra foránea –más barata– a pesar de tener una tasa de paro que duplicaba la media del Estado. Tenemos los peores salarios de España, una de las productividades más bajas, un tejido de débiles micropymes, fuga de talentos, un sector público ineficiente y una dependencia mórbida de las ayudas publicas externas. O sea, un cuadro del Bosco.

Si hay una lección que nos enseña la realidad es que la riqueza de un país no depende de sus recursos naturales, sino del capital humano y tecnológico. Hay territorios más pequeños que Canarias que cuadriplican nuestra población y tienen las rentas per cápita más altas del planeta. Hace años, estas Islas renunciaron a sus libertades económicas y exenciones fiscales para dormitar en el confort de las subvenciones europeas y las ayudas de Estado. Esa nunca fue la historia de un Archipiélago que vivió del comercio.

Hoy sabemos que renunciamos a ser un nodo de comunicaciones aéreas y marítimas. Que no apoyamos el talento y la investigación que podrían darle valor añadido a nuestra economía. Que nuestro sector productivo de mayor éxito, el turismo, se construyó con capitales forasteros. Y que nuestras pocas exportaciones sobreviven porque están dopadas.

Ojalá las investigaciones en inteligencia artificial tengan éxito. Porque si dependemos de la nuestra para tomar las decisiones radicales que demanda nuestro futuro, lo veo muy negro.

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