Opinión

Las trifulcas parlamentarias, una constante

Las trifulcas en los parlamentos muchas veces acontecen porque no solo mal funciona la dialéctica sino que se llega al enfrentamiento físico con puñetazos y algarabías malsonantes que llevó a Pablo Iglesias (Podemos) a decir en su momento que hay que naturalizar el insulto y refiriéndose a los del PP en una sesión parlamentaria les inquirió manifestando que allí dentro había más delincuentes que ahí fuera. Y es que el insulto sale al escenario cuando no se da un discurso coherente y está exento de razonamientos y argumentaciones que no hay modo de ordenarlos, lo que hace que se les escape de las manos dando la cara la violencia verbal, y el estilo no es que se pierda, sino que se carece de él.

Y en esta época preelectoral la palabra discurre sin argumentación válida y positiva siendo sustituida por la violencia sin sentido, que hace que la gente que ve estas actitudes tenga una pobre impresión de políticos que no se cansan de decir que se desvelan para que tengamos una vida plena de satisfacción y parabienes y nos ofertan espectáculos ciertamente vergonzantes.

Por supuesto que dentro de esta constante histórica parlamentaria no se ha llegado a la vivida en el año 1934, donde España atravesaba una época de gran confrontación política y social gobernada por la CEDA, coalición de derechas que derrotó en las elecciones a la izquierda y en una sesión parlamentaria en la que se debatía el Estatuto de Cataluña los decibelios de la discusión subieron de tono y tras la intervención de José María Gil Robles, el diputado Oriol de la Puerta se abalanzó sobre el socialista Juan Tirado propinándole un puñetazo, lo que motivó que varios diputados socialistas, entre ellos Juan Negrín, se echaran sobre Oriol. Pero ahí no terminó la cosa sino que Indalecio Prieto, miembro de la ejecutiva del PSOE, sacó una pistola llegando a amartillar y apuntar con ella a Oriol. Manifestándose tras este episodio que «es absolutamente intolerable que estemos deliberando en una Cámara bajo la amenaza y la presión de unos señores que pretenden, cuando no tienen razones, emplear esa clase de argumentos».

Cuando suceden estas trifulcas quienes las originan en realidad son los gobiernos de turno, que son los que deben arrumbarse a las exigencias y estilo democráticos y autodefenderse; y la mejor autodefensa es no escandalizarse por los golpes bajos que pueda soportar por parte de la oposición o de la opinión publica. El gobierno debe ser respetable para que lo respeten, ir por el camino de la verdad y trasparencia, por lo que la mejor iniciativa que debe tomar para evitar en parte las trifulcas parlamentarias es que debe vigilarse a sí mismo y vigilar a sus subordinados. Tiene que obligar a dimitir a los altos cargos, incluido ministros, ante la más mínima sospecha si están ejerciendo su función de gobierno con determinados silencios o con el empecinamiento de no aceptar la realidad sobre cuestiones que saltan la vista de todos y no se puede dar a la opinión publica el mensaje como «aquí no pasa nada», «lo que se ha hecho es correcto».

El buen gobierno debe adelantarse a sus enemigos naturales, y no es admisible que se sacuda de encima y simule esperas o envíe a otras altas instituciones del Estado sus competencias. Mal va un país cuando todo el proceso de una complicación lo derive fuera de su ámbito siendo la alta magistratura y los fiscales los que tengan que intervenir en un amparo inadmisible que se solicite. Y mientras, las trifulcas en el parlamento español, visto lo visto, transitan solo en el inicio y lo que nos espera será tanto o más descalificante como insospechado.

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