Opinión | EL RECORTE

Amilanarse o no amilanarse

Pedro Martín. | | C. W. LAURITSEN

Pedro Martín. | | C. W. LAURITSEN / M. D.

El presidente del Cabildo de Tenerife y sus Viborinas Tristes, Pedro Martín, se ha quedado mirando para Cuenca con lo de las sedes que el Estado nunca iba a poner en Canarias. Al final, como tenía que ser, Inteligencia Artificial irá a La Coruña, porque allí hay gallegos, y la Agencia Espacial a Sevilla, porque allí la luna brilla en el Guadalquivir. Y anda el presidente tinerfeño decepcionado: «No nos vamos a amilanar y pediremos más sedes para Tenerife», ha sentenciado.

Seamos serios: a nadie en su sano juicio se le ocurriría poner una agencia para la investigación de la inteligencia artificial en Tenerife, de la misma forma que nadie construiría un instituto para el estudio de incendios forestales en el Polo Norte. Bueno, igual sí, pero solo si volviera el surrealismo. Y en cuanto a la Agencia Espacial, nuestras islas no tienen los mejores precedentes porque cuando se quiso construir una base de lanzamiento de satélites en la Isla de El Hierro los bimbaches se agarraron una calentura tremenda y casi se produce una sublevación. ¿Estamos locos o qué? ¿Una instalación científica, con gente yendo y viniendo y creando economía y riqueza en una isla que vive cómodamente mantenida, con más del cincuenta por ciento de su escasa población cobrando una nómina pública? Naturalmente, el proyecto se rechazó por el pueblo soberano que allí sigue, con su hermoso paisaje, sus quesadillas y esa lánguida paz que solo se respira en el desierto y los camposantos.

Canarias se conformará, previsiblemente, con darse dentelladas entre sí por las raspas de la sardina. O sea, por la sede de un Agencia Vulcanológica. Porque ya tendría mucha yema que la pusieran en Castilla La Mancha, donde la última erupción fue hace siete mil años. O en León, donde la única catástrofe natural volcánica que se recuerda fue la erupción de un grano en la pubertad de Rodríguez Zapatero.

Que el presidente del Cabildo de Tenerife diga que no se va a amilanar queda muy quijotesco. Pero al presidente, fuera de la zona protegida de las viborinas, le hacen el mismo caso que a un concejal de Villarriba, ese pueblo capital del Fairy. A la hora de distribuir las escasas sedes de esas prestigiosas instituciones, perfectamente inútiles y mal financiadas, sospecho que primero estará Gran Canaria. Es posible que Antonio Morales se proponga a sí mismo como sede vulcanológica, por su carácter estromboliano. O que postule un edificio en Chira, como sede de la Agencia Mundial de Energías Renovables, Barrancos y Tuberías.

Lo más probable, por no meterse en un carajal, es que la futura sede del estudio de los volcanes la pongan en La Palma, con lo que de paso de descentralizar joderán un poquito a Tenerife, pero con una sonrisa en los labios. La única esperanza de Tenerife es que haya un Instituto Nacional de Especies Amenazadas de Extinción. Ese no se nos escapa. Aunque construir el edificio para la sede, entre informes mediambientales, escarabajos, tabaibales y pintaderas que solo se ven con el primer rayo de luz al filo del amanecer, llevará el mismo tiempo que tardaremos en extinguirnos como especie. Pero que no sea por no intentarlo. No nos amilanemos.

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