Opinión | Sangre de drago

Puentes de libertad y acueductos democráticos

La DGT dice a qué horas viajar en el Puente de Diciembre para no coger tráfico

La DGT dice a qué horas viajar en el Puente de Diciembre para no coger tráfico

La técnica constructiva se ha ido desarrollando desde que los seres humanos empezáramos a darle importancia a los asentamientos estables y comenzar a soñar la urbe como espacio de convivencia. Superar las dificultades orográficas y acercar las fuentes hidrológicas se hicieron posibles gracias a los puentes y a los acueductos. Porque llegar y salir, y poder contar con el elemento básico de la vida humana, el agua, son los dos aspectos que, junto a la seguridad y asistencia, configuran la ciudad como espacio de convivencia humana. Los puentes unen las dos orillas de un río. Son espacios de accesibilidad donde antes era intransitable el camino. Facilitan y aceleran los transportes y la comunicación. Los acueductos son prolongaciones artificiales de un río o un lago, dando la posibilidad de dirigir el curso del agua facilitando la vida en los lugares elegidos para ello.

Pero la creatividad nos ha hecho capaces de transferir estos significados naturales a otros de índole simbólica. Y la próxima semana, entre el día de la Constitución y la Fiesta de la Inmaculada Concepción, algunos, con suerte, podrán decir que hacen puente. Y por la posibilidad alargada del mismo, quienes tenemos menos suerte les acusaremos irónicamente de hacer un acueducto laboral. Hay quienes convertirán la semana en dos días, de inicio y fin, atravesados por un extraordinario puente con el que comenzar el invierno real.

La destrucción de los puentes es de las principales estrategia en tiempo de guerra. Impedir las comunicaciones. Pero hay otras guerras y batallas sociales que necesitan que los puentes sigan estando en pie. Los puentes de las comunicaciones y de la información, sin la que la verdad puede transformarse en herramienta de manipulación y búsqueda de intereses particulares. Hace falta respetar los puentes y tener acceso a lo real. ¡Qué pena de profesión la de los periodistas cuando han de jugar a las estrategias del mercado y responder a los intereses de los publicistas! Esa destrucción del puente social de la verdad es tremendamente triste e incapacitante para la libertad y la buena democracia.

No solo puentes, en este caso, sino que lo que son necesarios son los acueductos de la información. Cerrar un medio de comunicación es la permanente tentación de cualquier régimen autoritario o totalitario. Una sociedad sana no puede edificarse sobre el miedo a la verdad. Ya se sabe que la objetividad absoluta es una tarea complicada y supone el esfuerzo del pluralismo en la ejecución de las actividades. Pero cuando, a propósito, interesadamente, se colocan cargas de profundidad bajo el suelo de la verdad, por miedo o por interés, quienes sufren son los habitantes de la urbe.

Necesidad de puentes y trasvases, de canales limpios para llevar del lugar dando se produce al lugar en la que se necesita, la verdad del conocimiento. Muchos puentes y menos muros. Menos impedimentos y más posibilidades de alcanzar la verdad y el bien. Menos miedo a la verdad y menos manipulación del bien por intereses oscuros y afeados por una alergia a la verdadera democracia.

Estaría bien pensar estas cosas en el puente que sobrevuela por encima del día de nuestra Constitución democrática de 1978.

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