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La opinión del experto

Los nuevos barones ladrones

Los nuevos barones ladrones

Los llamaron los barones ladrones. Se habían enriquecido en el albor de la industrialización en los EE.UU mientras dejaban aparte, al menos temporalmente, sus escrúpulos. Sus nombres son, como decía Agustín de Foxá de los Domecq, marca registrada: Rockefeller, Carnegie, Vanderbilt, Morgan. Este último, necesitado de estabilidad en el sistema bancario, del que formaba parte con un peso notable, logró que el Gobierno aceptara la creación del banco de los EE.UU conocido como la Reserva Federal. Su objetivo: vigilar y rescatar, si fuera necesario, los bancos cuando entran en crisis. Tras el hundimiento de FTX, se propone crear una entidad similar para proteger al público de las criptomonedas. Quizá Bankman-Fried forme parte de los nuevos barones ladrones. Un conjunto de multimillonarios que acumularon enormes fortunas con la revolución tecnológica. Un ejemplo inquietante es el de la recién condenada por fraude Elisabeth Holmes. Como casi todos ellos, abandonan los estudios en prestigiosas universidades para seguir su instinto empresarial. Elaboran una imagen y hacen gala de un comportamiento que los identifica y los convierte en iconos. El de Holmes: «Nunca llego un minuto tarde. No muestro emoción. Todo sobre negocios. No soy impulsiva. Sé el resultado de cada encuentro. No dudo. Constantemente tomo decisiones y las cambio según sea necesario. Hablo pocas veces. Si algo es una tontería, lo digo de inmediato».

Consiguió engañar con el proyecto de un diseño de análisis clínico que prometía encontrar en una sola gota de sangre multitud de parámetros. Su objetivo: mejorar la salud de todos haciendo accesible el diagnóstico precoz y el seguimiento. Independientemente de que no tenía base técnica, lo que me importa es que no la tenía científica. En medicina no se encuentra, no se tiran las redes a ver que se pesca. Hay que ir con el cebo específico para coger ese pez, y solo ese. La pretensión de Holmes de descubrir alteraciones en la fisiología que anuncien enfermedad en proceso de incubación, aunque parezca interesante y atractivo, es un error de concepto.

El organismo convive con los cambios que ocurren por el propio vivir y resuelve la mayoría gracias a su capacidad de reparación. Cuánto más cerca del origen de la enfermedad se llegue, como pretenden esas tecnologías, más indeterminación, más errores en la predicción de que esa anomalía será en el futuro un problema. Por eso son tan escasas las recomendaciones de detección precoz y las de análisis de sangre en personas sanas y sin factores de riesgo. Holmes, con pretendidas buenas intenciones, vendía una idea que tuvo una acogida formidable.

Más que detección precoz, interesa la prevención. La Oficina de Ciencia y Tecnología del Congreso publica un informe sobre el tratamiento del cáncer donde afirma que el 40% de ellos son prevenibles, principalmente con modificaciones en el comportamiento y también con tecnología. Un ejemplo es la vacuna del virus del papiloma humano.

Sabin, que diseñó la vacuna de la polio con virus atenuado y Salk con virus muerto, conscientes del problema de salud pública que producía la polio y de las ayudas estatales y de la sociedad que habían recibido para la investigación y desarrollo, cedieron la patente. En esta otra epidemia los investigadores del Baylor College, Bottazzi y Hotez, que han conseguido una vacuna contra el covid hecha con la proteína inmunogénica, también han cedido la patente. Porque lo que quieren es que los países con pocos recursos dispongan de una buena vacuna, y esta puede serlo por su capacidad protectora, los escasos efectos secundarios y el bajo coste de producción.

Como hicieron los investigadores del CSIC que desarrollaron un test magnífico para detectar infección: cedieron la patente a la OMS para que países africanos pudieran fabricarlo a bajo coste. Contrasta con el comportamiento de las grandes de la farmaindustria. Tras recibir ayudas multimillonarias para el investigación y desarrollo de las vacunas, aprovecharon su imperiosa necesidad para conseguir un enriquecimiento escandaloso.

Pfizer y Moderna, las dos mejores vacunas, las que en Occidente han tenido más penetración, estaban ganando mil euros por segundo. Bastó con recargar al precio de producción unos pocos euros y vender cientos de millones. Y aprovechan agujeros en el sistema de impuestos para pagar solo 6% en algunos casos. Su rapidez y eficacia en el desarrollo de las vacunas salvaron muchas vidas, pero eso no les da derecho a un lucro excesivo aprovechándose de que el comprador está cautivo.

Los antiguos barones ladrones lavaron su conciencia mediante fundaciones de gran utilidad y repercusión pública: Rockefeller, Carnegie o, en España, March. También las crean los modernos barones o invierten en lo que denominan altruismo eficaz. Se creen más capaces de hacer el bien, proteger a los ciudadanos que el Estado, que ven como corrupto e ineficaz. Sin embargo, hay ejemplos formidables de eficacia de los servicios públicos que se comparan con éxito con los privados, como la sanidad en nuestro país. No estoy muy seguro que iniciativas espontáneas, descoordinadas, ocasionales puedan resolver los problemas de la sociedad. Mejor que colaboren con el Estado pagando impuestos.

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