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SANGRE DE DRAGO

«Los maleducados»

Congreso de los Diputados

La mala educación no es solo la descripción de un inadecuado proceso didáctico, sino un concepto propio y concreto que describe una actitud personal irrespetuosa e impropia de la convivencia pacífica y cívica. Hay personas maleducadas que ensucian la convivencia con actitudes y palabras insultantes y groserías.

El diccionario define al maleducado como aquel que “(…) no respeta las normas de la buena educación o del correcto comportamiento social”. Una definición sencilla que pone la trangresión como clave y la buena educación como criterio. La falta de respeto a los criterios de la buena educación.

Estos días, como viene siendo desgraciadamente habitual, hemos escuchado muchas manifestaciones cagadas de esa actitud donde uno esperaría que fuera el espacio de máxima convivencia y diálogo: el Parlamento de nuestra nación. Hemos escuchado insultos y afirmaciones ordinaria e irrespetuosas en todo el arco parlamentario. Esto no puede ser justificado como normal por estar “en vísperas de año electoral”. Deberían decir la verdad, criticar decisiones y ofrecer alternativas, pero sin perder los papeles y soltar la bestia malévola y maleducada que llevamos dentro. Nada justifica la mala educación. Menos en ese espacio de deliberación y representación popular.

Es cierto que todas las opiniones son discutibles, que toda afirmación debe ser razonable y argumentada, que hemos de aprender a deliberar y contraargumentar buscando la verdad que se hace presente en las evidencias lógicas, pero no podemos perder el tono y la medida del respeto que toda persona merece. La mala educación no puede ser argumento de victoria. No podemos convertir en un juego de “y tú más y peor” que suscite un mayor aplauso del respetable. No es un concurso de ironías e insultos, sino la casa de la palabra, del parlamento, del diálogo que busca lo mejor para el pueblo.

No creo que sus señorías vayan a inclinarse hasta el punto de leer estas letras, pero para quienes vivímos en medio del pueblo a quienes están llamados a servir y que les colocan en esa situación de privilegio, me atrevo a hacer algunas recomendaciones para un diálogo eficaz. A mí me sirve, aunque como todo lo bueno me exige compromiso y esfuerzo cumplirlo.

La Amistad social: Ese es el marco. No hay otro. No se trata de un compañerismo de colegas, sino de un verdadero afecto a la persona. Es el marco necesario de un diálogo respetuoso.

Aprender a escuchar: Porque nadie tiene toda la verdad. Y hay que buscarla entre todos. Algo de verdad habrá en el otro. Si no lo escucho no lo sabré. No digo oírlo, sino escucharlo.

Buscar la lógica del argumento: Evitando las falacias, entendiendo los términos en el mismo sentido, dándole prioridad a la razón, frente al sentimental argumento o el prágmático criterio.

Amar la verdad: Huir de la mentira, sería su complemento. Porque la verdad es la que hace libre a los pueblos. No es respetuoso el diálogo envuelto en mentiras.

Y respetar siempre a la persona: Siempre y en toda circunstancia.

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