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Xi Jinping y el 16 de octubre

El presidente de China, Xi Jinping. Reuters

‘’China cuenta con una civilización de remoto origen de más de cinco mil años y ha hecho contribuciones indelebles al progreso de la civilización humana. Tras la Guerra del Opio de 1840, convertida en una sociedad semicolonial y semifeudal, con el país humillado, el pueblo devastado y la civilización cubierta de polvo, la nación sufrió una desgracia sin precedentes. Para salvarla de la crisis surgieron uno tras otro el Movimiento del Reino Celestial Taiping, el Movimiento Reformista de 1898, el Movimiento de Yihetuan y la Revolución de 1911, y salieron a la luz toda clase de proyectos de salvación nacional, pero todo ello terminó por fracasar.

Hace cien años, en esta tenebrosa China estremecida por la tempestad, la nación presentaba al mundo una escena lánguida y decadente, cuando una tanda de algo más de 50 jóvenes nuevos se vieron envueltos en la búsqueda de un porvenir para la nación. Aquella célula comunista se ha convertido hoy en día en el mayor partido gobernante del mundo, con 95 millones de militantes, que dirige un país de más de 1.400 millones de habitantes.

En un siglo se ha producido el salto de la insuficiencia de alimento y abrigo de gran parte de la población a un nivel de vida modestamente acomodado, con la cuestión de la pobreza absoluta resuelta. Un avance desde una situación con fuerzas productivas atrasadas hasta el segundo puesto de la economía mundial. Un cambio del régimen de economía planificada altamente centralizada a uno de economía de mercado socialista con peculiaridades chinas...’’

Hasta aquí las palabras textuales de Xi Jinping en el centenario del Partido Comunista de China el 1 de julio del año pasado: se trataba de un anticipo del informe que presentó el pasado 16 de octubre en el XX Congreso del Partido en el que dibuja, con el realismo de un cuadro de Antonio López, el presente y el futuro de China y de buena parte del mundo para los próximos cinco años. Los destinatarios del mensaje, de más de medio centenar de páginas, son múltiples: dirigido tanto al consumo interno como externo y ensamblado con la precisión de una maquinaria de relojería. No resulta fácil entrelazar contenidos para destinatarios tan universales y no perderse en alguna parte del camino. La anécdota del abandono de la mesa presidencial del XX Congreso de su mentor y anterior presidente de China Hu Jintao, más o menos forzado y a la vista de todos, se ha convertido en un arcano en cuyo enigma todavía se debaten, exasperados, analistas de todo el mundo, levantando una polvareda que ha opacado la significación del mensaje de Xi Jiping.

Ha pasado casi desapercibida la fecha del 16 de Octubre, inserta en las palabras mayores de la Historia del siglo XX. Como si la semántica entrelazara por si misma una dialéctica prodigiosa, la frase más repetida del informe al XX Congreso fue la del ‘socialismo con peculiaridades chinas’, en un regate por diferenciarse de anteriores experiencias fallidas, sin nombrar a la extinta Unión Soviética, creando una originalidad al referirse a la ‘chinización del marxismo’, filosofía política que se remonta al menos al año 1850 en Alemania, frase también aderezada con otro recurso pedagógico: ‘con la Historia como espejo’.

Estas tres sentencias las utiliza a discreción y parecen encerrar el nuevo concepto por el que va a transcurrir el devenir de China durante los próximos cinco años, mandato del Congreso del Partido Comunista a la actual dirección del país. Alejarse del derrumbe de la experiencia histórica del socialismo que ha tenido lugar en otros países, Rusia y también los países europeos de su órbita y otros en lista de espera, sin renegar de los reclamos históricos del marxismo.

Para visualizar los arcanos de la China actual a través del informe de Xi Jinping es preciso entrar en el juego de los mensajes explícitos e implícitos, cuya lectura para un occidental de a pie causa tanta desazón como el alfabeto oriental. Hay que reconocer que en los 70 años de gobernación del Partido Comunista nunca se había hablado con tanta claridad y contundencia sobre temas que hasta ahora eran considerados tabú en la clase dirigente china: ‘fácil como es de establecer, una aspiración original es difícil de conservar de principio a fin’, dijo.

Dejó para el final la advertencia sobre la corrupción, incluyendo a sobornados y sobornadores, sin excluir ‘a los cónyuges, hijos, nueras y demás familiares’ por donde serpentea para pasar desapercibida: ‘que nadie ose, pueda ni intente corromperse’, amenazando con duros castigos sin la menor indulgencia: ante el menor atisbo ‘sonará el toque a rebato’, dijo a los 2400 delegados con la misma calma y gesto impasible que dedicó a Hu Jintao al abandonar el Congreso. Advirtió que el ejercicio del poder ha de funcionar a la luz del día, amenazando con inspecciones políticas itinerantes ‘como espada afilada’ a los cuadros dirigentes a nivel de distrito o sección para arriba. En su combate personal contra la corrupción en los últimos diez años han sido juzgados casi cinco millones de funcionarios del Estado y miembros del Partido, algunos sentenciados a la pena capital, en la campaña conocida como ‘cazar al tigre, aplastar la mosca y capturar al zorro’.

El ideal del comunismo reclama la exigencia de una disciplina inflexible para los miembros del Partido, a través del mecanismo del ‘centralismo democrático’, de reminiscencias leninistas. ilusión teórica que suele dar cobijo al despotismo, muy del uso de los antiguos emperadores y mandarines, denominación a la que ‘el espejo de la Historia’ de Xi no ha encontrado una adaptación razonable a los tiempos actuales, aunque de gran eficacia para la gobernanza y para mantener el orden en un país enorme, diverso y tan poblado. Visto lo visto, hay que empezar a pensar en que todo se andará.

Sobre los intangibles o mensajes implícitos está presente la reivindicación nacionalista o ‘revitalización de China’, sin puntualizar si refiere desde la última década, el último siglo o la última dinastía, seguramente abarca los tres supuestos alternativamente: ‘el pueblo chino se ha imbuido con el principio de que del sacrificio nace la decisión heroica de atreverse a crear un nuevo cielo para el sol y la luna’. Pasa de puntillas sobre la economía de mercado impulsada decididamente en las últimas dos décadas, con un mensaje a los no militantes del Partido y a la novísima dirigencia de la economía privada, garantizando y reclamándoles al tiempo ‘el cumplimiento de la ley’, o la regla del juego, tratando de atraerlos para que se sientan a gusto en la nueva China: ‘con la Historia como espejo, podemos mirar de lejos al futuro y ver la razón de los triunfos pasados y cómo secundarlos’. A Mao Tse Tung lo recuerda de paso en una ocasión, como quien nombra al Santo del día.

El líder chino se despidió del XX Congreso con la convicción del pastor después de poner en orden al rebaño muy temprano por la mañana, tras mirar al cielo y adivinar el día que le espera, sabedor de que el azar y las vicisitudes de la adversidad aguardan a la vuelta del camino. En el último lustro estuvo en Canarias en dos ocasiones, ambas en noviembre, aprovechando para subir al Teide, sabido es que le gusta mirar desde las alturas, en unas visitas no suficientemente historiadas, aunque el Gobierno envió a recibirlo a la entonces vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Xi Jinping no da puntada sin hilo.

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