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Jorge Bethencourt

El recorte

Jorge Bethencourt

Tragando sapos

El presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, interviene en el Parlamento. EFE

Hace ya bastante tiempo que el comportamiento de Moncloa con los socialistas canarios ha traspasado las fronteras de la lealtad. Con la llegada de Pedro Sánchez al poder en el PSOE y en el Gobierno, la desconsideración con la organización territorial del partido socialista ha llegado al paroxismo. Ahora todo –y todos– está subordinado a lo que convenga al líder.

El señor Sánchez ya demostró de qué tipo de pasta está hecho cuando decidió desairar a Canarias no viniendo al acto institucional de presentación del nuevo Estatuto de Autonomía, al que mandó a una ministra subordinada, aunque sí viniera al día siguiente, en su avión presidencial, para un acto del partido en Gran Canaria. Como estaban los nacionalistas en el poder, el desprecio se interpretó como «al enemigo ni agua».

Pero para aprobar la Ley de Presupuestos del próximo año con holgura de votos, Sánchez ha negociado los dos votos de Coalición Canaria en el Congreso de los Diputados aceptando que las guaguas de las islas sean gratuitas el próximo año y aumentando las ayudas fiscales a La Palma. Y lo ha hecho dejando a sus compañeros socialistas de Canarias, que estaban defendiendo justo lo contrario, con el culo al aire.

Ángel Víctor Torres, que empezó pidiendo esa medida para las islas como un acto de justicia, tuvo que desdecirse y defender los indefendibles argumentos de Madrid, que se negaba a concederla. Ahora mismo anda el hombre como alma en pena, noqueado, diciendo que con diálogo se consigue todo.

Pero no ha sido con diálogo, sino con los dos votos de Coalición Canaria en el Congreso. ¿En qué lugar ha dejado el PSOE a sus diputados canarios? Pues en el de siempre. En el papelón de actores secundarios, diputados utilitarios para apretar el botón que le mandan sus jefes de filas, evidenciando una vez más que no responden a los intereses directos de los canarios que les votaron, sino a los del partido al que pertenecen. Puro veneno.

O España es un país o es un Estado cantonal. Pero las dos cosas al mismo tiempo es un quiero y no puedo. El Congreso se ha convertido en un mercado persa en donde quienes tienen votos territoriales –como vascos y catalanes– quitan y ponen gobiernos y se llevan el presupuesto a dentelladas o consiguen reformas del Código Penal.

La lección que nos están dando desde hace tiempo es que votar al diputado de un gran partido estatal es un voto inútil, porque están sometidos a la disciplina de Madrid y harán siempre lo que mande el partido.

Cuando los canarios se suban gratis a la guagua, el primero de enero, sabrán que se lo deben al voto de dos diputadas nacionalistas. Y eso, para el Gobierno de las islas y para los diputados socialistas canarios, debería ser ácido sulfúrico en el alma. ¿Cuántos sapos más se tragarán antes de decir hasta aquí hemos llegado?

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