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observatorio

¿Nuevos partidos, partidos fugaces?

Cs plantea primarias en enero aunque Arrimadas no aclara si se presentará

En 2014, la irrupción de Podemos y Ciudadanos supuso una amenaza para el PSOE y el PP, los viejos partidos que dominaban el sistema de partidos en España. Sin embargo, ocho años después de ese tsunami, los viejos partidos han demostrado gozar de una mala salud de hierro y de una gran resiliencia, mientras que los partidos surgidos de la ola de la nueva política afrontan, por razones distintas, un futuro incierto. Muchos de los problemas que ambos partidos están experimentando se deben a sus dificultades para institucionalizarse, un concepto que hace referencia al proceso por medio del cual las organizaciones van sustituyendo sus objetivos ideológicos iniciales por un objetivo más básico que es su propia supervivencia. El resultado de este proceso, según las enseñanzas de uno de los grandes estudiosos de los partidos políticos, el profesor Angelo Panebianco, depende básicamente de dos cosas: del modelo originario del partido y de la posición que ocupa en el sistema de partidos, es decir, si está en el gobierno o está en la oposición.

Podemos surgió como un partido de naturaleza carismática vinculado al liderazgo de Pablo Iglesias, solo hay que recordar que a las primeras elecciones a las que se presentó lo hizo con la efigie de su líder en la papeleta. También fue un partido que aspiraba a capitalizar el descontento que se articuló en torno al 15-M y trató de aprovechar esa estructura organizativa al tiempo que contó con apoyos externos, como la desaparecida fundación CEPS. Por lo que respecta a la implantación territorial, optó por un modelo basado en la difusión, lo que implica la captación de estructuras pre-existentes como fueron las confluencias a nivel local, como en Madrid o Barcelona, y en territorios con fuerte presencia de partidos de ámbito no estatal como Catalunya, Galicia o la Comunidad Valenciana. Eso implicó, de entrada, una disonancia con el enfoque populista que tuvo inicialmente el partido. El fracasado sorpasso al PSOE y las diferencia respecto a las relaciones con ese partido generaron la primera gran división interna que se saldó con la salida de uno de los fundadores, Íñigo Errejón, que acabó constituyendo su propia alternativa, Más País. Más adelante se produjo la ruptura en Andalucía y el surgimiento de Adelante Andalucía.

El trampolín catalán. Pero, sin duda, el hecho que más compromete la continuidad de Podemos es el abandono de Pablo Iglesias, renunciando a la vicepresidencia del Gobierno y a seguir liderando el partido, lo que pone de relieve las dificultades de los partidos carismáticos para sobrevivir a su fundador. Pero Iglesias no solo ha dejado herido de muerte a Podemos, sino también al espacio político que trata de resucitar Yolanda Díaz a través de Sumar.

Ciudadanos, por su parte, en su aventura española tras el trampolín catalán, también surgió como un partido carismático ligado al liderazgo de Albert Rivera, aunque sin apoyo explícito de una institución promotora externa más allá del desiderátum de sectores empresariales de que fuese un «Podemos de derechas». A nivel de implantación, compaginó un modelo de penetración territorial muy disfuncional –por el aluvión de incorporaciones con perfiles problemáticos– con uno de difusión que le llevó a fagocitar a pequeños partidos locales y de ámbito estatal. En 2019, pese a disponer de potencial de coalición con el PSOE, el empecinamiento de Rivera mantuvo a Ciudadanos en la oposición a pesar de haber podido formar gobierno y forzó una repetición electoral, decisiones castigadas electoralmente que provocaron su dimisión y su sustitución por Inés Arrimadas, que no ha sido capaz de remontar el vuelo ni de evitar la progresiva descomposición del partido. La ruptura del grupo municipal en Barcelona no ha sido más que el último episodio.

A pesar de las diferencias entre Podemos y Ciudadanos –el primero ha estado en el gobierno y el otro no–, los nuevos partidos en España parecen estarse caracterizando por la poca capacidad para institucionalizarse y para sobrevivir a sus líderes fundadores, una incapacidad tan grande que les puede llevar a acabar siendo partidos fugaces, algo que sin duda se relaciona, en ambos casos, con la prematura renuncia de sus fundadores.

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