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Ver, oír y gritar

Pólvora mojada

La presidenta de la Comunidad de Madrid y del PP de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, interviene durante el acto de clausura del XIII Congreso Autonómico Extraordinario de Nuevas Generaciones del PP, en el Auditorio Adolfo Suárez, a 5 de noviembre de 2022, en Ma Jesús Hellín - Europa Press

Hay algunos que navegan en un barco a la deriva, desquiciadamente y ensuciándolo todo con el único empeño de buscar beneficios a su favor, en tiempos donde el neoliberalismo económico tiene goteras, lo que estimula la sinrazón y la soberbia de ciertos ejemplares de la peor fauna nacional e internacional. Lo de Díaz Ayuso es un magnífico ejemplo en la lista de su formación. No el único que podemos constatar. Patalean ante cualquier tipo de avance y echan humo cuanto más se intenta avanzar.

En uno de esos desesperados intentos de tapar sus vergüenzas y el caos sanitario que reside en Madrid por méritos de esta persona, a pesar de que culpe a Pedro Sánchez como siempre, el último disparate de su particular club de la comedia consiste en que el presidente del Gobierno quiere dar un golpe de Estado contra Felipe VI para instaurar una República. Así como suena. A esta hora no parece que haya dimitido, pero debería pedir número en la consulta del psiquiatra. Porque Ayuso va más lejos cuando dice que Sánchez quiere encarcelar a los partidos de la oposición.

La tila no es suficiente para calmar a nuestra querida presidenta, que está al borde de un ataque de nervios. O metida de lleno en el campo de la enajenación. La lideresa ha perdido el juicio definitivamente, si es que lo tuvo alguna vez, con las amistades peligrosas que tiene alrededor y con los tentáculos que lanza a sus colegas de partido. «Hay una agenda de cambiar España por la puerta de atrás», afirma sin despeinarse. Claro. La puerta grande es la suya, la de ellos. La de un grupo con las manos «limpias», mientras los demás husmean en las alcantarillas de la política como animales nocturnos.

Sí, de acuerdo. Las maniobras de la corrupción afectaron a algunos socialistas andaluces que gobernaron en la Junta. Pero nada que ver, por censurable que sea, con los trapos sucios de otros. Sea como fuere, a lo que íbamos ahora. No resulta nada extraño que la presidenta madrileña hable de la «insensatez» de la política de impuestos del Ejecutivo central, ya que el PP rinde pleitesía a la clase dominante como Dios y las buenas costumbres mandan. Así que el Gobierno, ilegítimo, supongo, quiere «perpetuarse en todas las instituciones», según dice. Las urnas ordenan y mandan, y no conozco a nadie que pretenda perder en ellas y lanzar la toalla a la lona del cuadrilátero.

En síntesis y en función de la «ayusada» correspondiente, Sánchez trata de matar a la oposición, montar una dictadura, romper España poco a poco y acabar con la monarquía, desgraciadamente tocada por la sucesión de escándalos del rey emérito. ¿Puede haber algún ciudadano de esa comunidad que a estas alturas se postre a los pies de Díaz Ayuso? Pues sí. Increíble, pero cierto. Se visten de ángeles de la guarda quienes solo velan por sus intereses y los de las élites económicas. Y seguirá habiendo ratones, en mayor o menor cantidad, que voten a los poderosos felinos.

Ayuso se inclina ante el liderazgo de Feijóo y no tiene objetivos propios. Ni se está preparando por si el supuesto líder no gobierna en los brazos de Vox. Tienen tantas ansias de asaltar la Moncloa que se van quemando a fuego lento por el camino. Ella, con su foco mediático, y Bonilla están listos, y el aspirante gallego asume las directrices del mando a distancia. La madrileña y el presidente andaluz se dan algunos codazos. El efecto Feijóo es todo un defecto. Le queda un cartucho solo. La pólvora la tiene mojada.

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