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Inventario de perplejidades

Abundancia de los mejores

El ya exfutbolista del F C Barcelona Gerard Piqué.

El anuncio de la retirada como futbolista en activo de Gerard Piqué, defensa central del Barça y de la selección nacional española, ha desatado una oleada de emociones entre los seguidores de ese deporte. El escenario escogido por las casi cien mil personas que quisieron ver el acontecimiento en directo fue el estadio del Camp Nou. El homenajeado se mantuvo en el campo hasta que, con el dos a cero y a solo 8 minutos para el término del partido, el entrenador Xavi Hernández le dio la orden de irse al banquillo. El juego se desarrollaba entre constantes ovaciones, cánticos y exhibición de pancartas. Pocos días antes, y en el mismo lugar, una parte de la grada le había hecho blanco de ácidas críticas a su último rendimiento. Parece que ese rechazo de última hora, después de una serie de éxitos impresionantes, hizo mella en el ánimo del jugador, que ya conocía por boca del técnico desde el inicio de la temporada que no iba a contar mucho con sus servicios. Todo eso, unido al proceso de separación de su esposa, la famosa cantante Shakira, influyó negativamente en su rendimiento deportivo.

En los últimos tiempos, el futbolista catalán pareció estar crecientemente interesado en sus negocios y a los 35 años cumplidos no aprecia estar en la mejor posición para prolongar su carrera de atleta. Como somos un país dado a la exageración, algunos medios llegaron a catalogar a Piqué como el mejor defensa de España y del mundo. No vamos a incluir en la lista a los mejores defensas de antes de la Guerra Civil que hayan jugado en equipos españoles. Pero ya están en la leyenda el vasco Zubieta (que al regreso del exilio republicano jugó en el Deportivo de A Coruña, sus duelos con Kubala son legendarios); los Gonzalvos del Barça; el elegantísimo Garay del Athletic de Bilbao, que como se dice ahora sacaba el balón desde la defensa como nadie; o el asturiano Campanal, un prodigio físico que fue campeón de España en salto y otras disciplinas. Por arriba era imbatible y les sacaba a sus oponentes hasta medio cuerpo en el salto. Ir al choque con él era temerario por la fuerza que desplegaba, aunque su proceder era limpio y dentro del reglamento; y Villar en el Celta, que rubio como era parecía un stopper inglés.

Todos estos eran españoles, aunque en ese mismo puesto destacaron, especialmente, Santamaría, un uruguayo que no dejaba pasar el aire y que le echó un cerrojo a aquel Real Madrid de las cinco copas de Europa; Griffa, un argentino que se desenvolvía en el área ágil como un leopardo. Fuera de la cancha era un hombre encantador, culto y educado, sobre el césped arrasaba. «Ahí no conozco ni a mi familia», decía. Si tuviéramos que hacer memoria sobre todos los defensas centrales de alto nivel que conocimos, no acabaríamos nunca. Ahí van algunos ejemplos. El brasileño Pereira, un prodigio de técnica, que se alineó en el Atlético de Madrid; el paraguayo Herrera, también en el equipo del Metropolitano; Lasheras, un valladar en aquel Zaragoza de lujo; Gallego, del Sevilla al Barça. Nadal, Djukic, etc., etc. Esa costumbre de hacer mejores sin igual, en una y otra época, no tiene sentido. Sin menospreciar a Piqué.

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