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Jorge Bethencourt

EL RECORTE

Jorge Bethencourt

Tiempos finales

El presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres

Cuando en España brotaron las flores políticas de unos deslumbrantes intelectuales, sobre la tierra fértil de aquellos “indignados” de mayo del 2011, gritaron que asaltarían los palacios de invierno de los cielos, que acabarían con “la casta” y que nunca estarían más de ocho años en un cargo público.

De todos ellos ya hay gente que ha utilizado las puertas giratorias de la política. Y otras que quieren pasar del cargo público a la poltrona institucional. Ya hay algunas, algunos y algunes que van a superar los ocho años aspirando al enchufe intravenoso de un salario público y un coche oficial. Adiós al sueño. El bipartidismo recupera su mala salud de hierro y las flores del cambio se han secado. Los populismos de la derecha y de la izquierda se debaten al borde de la extinción y el centro ciudadano destartalado, está exhalando sus últimos suspiros.

La ética en política es siempre un error ortográfico. Debe leerse siempre como estética mal escrita. Prometer hasta haber metido y luego nada prometido, como decían los heteropatriarcales. El rebaño se mueve por los gritos de los pastores y a veces hay que decir cosas, aunque luego nunca se cumplan. Por eso antes de unas elecciones el hormiguero político entra en convulsión. Nada bueno puede salir de estos líderes que tienen la cabeza de pescado ocupada por las urnas a las que se van a enfrentar el año que viene. El ácido fórmico de las descalificaciones corre como la cerveza en los chiringuitos del verano.

En la versión macarronésica canaria de estas ceremonias paroxísticas, estamos ahora en nuestros propios asuntos bananeros. Al pacto de las flores se le está reventando la maceta, porque los anuncios y las promesas, cuando faltan seis meses para acabar el mandato, suenan a vendedor de hartangas. “Más viviendas, más inversiones, más subvenciones, más de todo…¡Por la cuquita del niño Jesús!”. Sí hombre, sí. Compra la rifa, que va a tocar seguro.

Hay más problemas que credibilidad. El presidente Torres ha terminado tirando por la borda el cuerpo del director del Servicio Canario de Salud, Conrado Domínguez, para que el globo aguante el empuje descendente del “caso mascarillas”. Aunque la escopeta judicial apunta más alto y tal vez haya que seguir arrojando cuerpos.

El tiempo se ha ido volando y los atascos en las carreteras son iguales o peores, como las colas en la Sanidad y en la Dependencia. Ni los de antes ni los de ahora, con más dinero que nunca en la historia de las islas, han podido resolver los cuellos de la botella canaria. Ni contigo ni sin ti tienen mis penas remedio. Pero cuando los más débiles están peor, estas últimas promesas suenan aún peor. Por desesperadas.

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