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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Dimite tú, a mí me da risa

Conrado Domínguez Andrés Gutiérrez

Cada uno tendrá su versión. La del arribafirmante es que Conrado Domínguez dimitió como director del Servicio Canario de Salud, simplemente, antes de ser destituido, y que su entrevista de ultimísima hora con el presidente del Gobierno autónomo, Ángel Víctor Torres, fue un postrero intento para evitar lo inevitable. ¿El Gobierno confiaba en su honorabilidad o no? Torres respondió con la salerosa ambigüedad que le caracteriza. Y cuando el presidente se pone ambiguo la sentencia suele ser condenatoria. Siempre mata o promueve el suicidio cariñosonamente. Domínguez mandó entonces su carta de dimisión que él mismo –al parecer– filtró a la prensa. Todo el episodio es una nueva demostración de la desidiosa negligencia del equipo de Comunicación de Presidencia del Gobierno. Pero qué gente. Se las pela absolutamente todo, como si hubieran ganado una oposición vitalicia para ser viceconsejero o director general.

Domínguez dice ahora –y lo repite en su dimisionaria epístola– que como el juez ha decretado el secreto de sumario en el caso mascarillas se debe ocupar con más intensidad de su defensa legal, lo que no le permite seguir dirigiendo el SCS con la atención debida. Es un argumento muy pobre. ¿Sin secreto de sumario resolvía sus cuitas judiciales con una tabla de gimnasia sueca de diez minutos? Por supuesto, no se trata de eso, sino de que se le han complicado mucho las cosas. El empresario que recibió cuatro millones de euros por las mascarillas jamás entregadas –Rayco Rubén González– ha declarado que negoció y cumplimentó ese acuerdo extralegal con Domínguez, quien siempre había sostenido que solo habló un par de veces con Samuel Machín, supuesto intermediario a cambio de una sabrosa comisión.

La dimisión de Conrado Domínguez tampoco tranquiliza especialmente a nadie. Pero si alguien utiliza la expresión cabeza de turco se está equivocando. Primero porque el Gobierno no ha sufrido una presión extraordinaria por el caso mascarillas, sino más bien lo contrario. Han desaparecido cuatro millones de euros por una decisión política que se toma con una abradacadabrante opacidad al margen de la legalidad y aquí ni siquiera se ha exigido con contundencia política, social o periodística una explicación a Torres, a Julio Pérez, a Antonio Olivera. En el Parlamento no se ha solicitado una comisión de investigación para dirimir responsabilidades políticas. Ni las organizaciones empresariales ni los sindicatos tienen, al parecer, absolutamente nada que decir. Por tanto no corre prisa por endilgarle la catástrofe a nadie. Domínguez se va porque intenta salvar su reputación profesional y si las cosas se ponen más turbias, solo un poco más turbias, lo hubieran cesado sin duda, como le ilustró con sus silencios y suspiros el señor presidente. No es el Gobierno (y su presidente) quien se protege empujando al señor Domínguez a la dimisión; es el señor Domínguez el que se protege del Gobierno presentando su renuncia. Segundo, la tocata y fuga del director del SCS no puede ser entendida como una asunción de responsabilidades. Cuando se soltaron los cuatro millones de euros Domínguez era secretario general técnico de la Consejería de Obras Públicas. ¿Quién le concedió capacidad contractual en el comité científico y respaldaba sus operaciones en la oscuridad? ¿Olivera, Julio Pérez, Ana María Pérez? ¿Hasta cuándo nos tomará el pelo esta gente tan indecorosamente? ¿Existen o no actas y grabaciones de las reuniones del mencionado comité? Por cierto, y por pura curiosidad, Ángel Víctor Torres –presidente del Gobierno, presidente del comité, presidente del progreso y la esperanza– ¿conocía personalmente a Rayco Rubén González?

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