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Joaquín Rábago

El nuevo premier británico simboliza el globalismo cosmopolita que muchos detestan

Rishi Sunak toma posesión como primer ministro de Reino Unido. EFE

El nuevo premier británico, Rishi Sunak, simboliza el globalismo cosmopolita que aborrecen tantos tories: gente de clase media, edad más bien avanzada, blanca, intolerante de quienes no son como ellos y residente en su mayoría en el sureste del país.

Como señala el profesor de la Universidad Brunel, de Londres, Garath Dale (1), sus correligionarios pueden perdonarle a ese multimillonario de origen indio e hinduista practicante su penthouse en la localidad californiana de Santa Mónica y su fabulosa fortuna, pero tal vez no su color de piel o su matrimonio con una mujer india, a la que conoció precisamente en California.

Como ministro de Finanzas con Boris Johnson, Sunak elevó la carga fiscal del Reino Unido hasta su nivel más alto de los últimos setenta años para financiar el apoyo a empresas y trabajadores durante los confinamientos por culpa del Brexit.

Y fue además uno de los hombres que dieron finalmente la puntilla a Boris Johnson. La secretaria de Estado de Cultura del anterior primer ministro incluso compartió en una red social un montaje en el que aparecía Sunak asestándole, en plan Bruto, una puñalada por la espalda al jefe.

En cualquier caso, Sunak y Johnson son por igual responsables de la laxitud de las medidas adoptadas frente a la pandemia, por culpa de las cuales la mortandad superó a la de la mayoría de los países de la Unión Europea y del G7, si se exceptúa a los EEUU de Donald Trump.

Antes de dedicarse a la política, Sunak hizo carrera con los llamados hedge funds, fondos de inversión especulativos que, como explica Dale, «representan el tipo de finanzas más parasitario y desestabilizador de una economía».

Su esposa, hija de un riquísimo empresario indio, pertenece a esa categoría de personas con domicilio fiscal en otro país que intentan así eludir el pago de los impuestos que les corresponden por su fortuna.

En su etapa de responsable de los Asuntos Económicos y Financieros del Reino Unido, Sunak y, por supuesto, también Johnson estuvieron al frente del mayor incremento de la desigualdad en la historia de ese país.

El nuevo primer ministro británico no tiene, es cierto, el carisma de Johnson, ni comparte las bufonadas y excentricidades, la capacidad para decir lo indecible, que tanto contribuyeron a la popularidad de su predecesor.

Seguramente tampoco su facilidad para la mentira: Johnson mintió a todos, al pueblo británico con las supuestas ventajas del Brexit, a los negociadores de la UE, al Parlamento sobre sus fiestas regadas de alcohol durante la pandemia, e incluso a la Reina.

Desde el Brexit, que prometía prosperidad sin igual para el Reino Unido gracias al desanclaje de la UE y a la desregulación, el PIB británico ha aumentado menos que en la mayoría de los países que eran antes sus socios.

Sunak, que no goza por su carácter y por todo lo antes explicado de simpatías entre muchos de sus correligionarios, va a tener en contra el viento de la más que posible estanflación: es decir, de una coyuntura de estancamiento de la economía y alta inflación.

Y enfrente, a un partido laborista que, bajo su líder Keir Starmer, se ha desplazado hacia el centro político tras la purga efectuada por su establishment contra los partidarios de su anterior dirigente. Este, el izquierdista Jeremy Corbyn, fue víctima de una sucia campaña en la que participaron no solo el lobby pro Israel sino también algunos de los principales medios del país, incluido el diario The Guardian, que le acusaron de excesiva tolerancia con el antisemitismo y la homofobia dentro del partido.

(1) En el portal digital Truthout.

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