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Francisco Pomares

La pelea de las casas

Una familia recibiendo casas de Visocan. E. D.

Antes de que hubiera concluido una semana desde el inicio de la erupción del volcán, un equipo de Visocan se desplazó a la isla de La Palma con la intención de testear la posibilidad de adquirir viviendas disponibles, para facilitarlas a los afectados. Se trataba de pasar revista a las promociones de viviendas inacabadas, que parecía ya entonces la opción más real y viable para ofrecer viviendas siquiera con carácter provisional a los primeros damnificados. Dos semanas después, se constituyó en La Palma una oficina técnica de Visocan, integrada por cinco personas que comenzaron inmediatamente a recabar información y a trabajar, con el apoyo de otro personal de la empresa pública, que viajaba continuamente a La Palma. Apenas dos meses y medio después de la erupción se entregaron las primeras viviendas en Fuencaliente, a las que seguirían más en Tazacorte y Los Llanos, los tres municipios dañados directamente…

Visocan asegura además que antes de que finalice noviembre se entregarán más viviendas en Breña Baja, para completar –en un año de trabajo efectivo en la isla– un centenar y medio de casas entregadas. Desde luego que no es suficiente, ni se ha logrado resolver el problema de dos centenares de vecinos aún hacinados en hoteles, a la espera de que alguien ofrezca soluciones que se retrasan sin explicación alguna. Pero aunque no sea suficiente, se ha hecho algo. Y están aún pendientes de entrega las cuarenta casas de la Breña que Visocan se ha comprometido a entregar en un mes.

La media de tiempo que se tarda en entregar una vivienda cuando se solicita es en España de entre 14 y 18 meses, en casos de extrema urgencia, y de más de dos años en una situación normal. Visocan entregó más de cien propiedades el primer año, demostrando que aunque los milagros no existen ni deben exigirse, las cosas pueden hacerse mejor si se pone empeño y se acierta en los procedimientos. Optar por la compra llave en mano fue acertado y permitió que un centenar de familias solo esperaron ocho meses, y que medio centenar más pueda disponer de ellas el próximo mes.

La pregunta que uno se hace es por qué una empresa que carece de grandes recursos ha logrado contribuir más a la solución del gravísimo problema habitacional creado por la erupción volcánica, mientras el Instituto Canario de Vivienda, dependiente de Obras Públicas, con un presupuesto infinitamente más holgado, más personal y más capacidad de contratación, sigue sin avanzar en el cumplimiento de sus compromisos…

¿Dónde están, por ejemplo, las famosas trescientas casas prefabricadas anunciadas por el consejero Franquis? De momento, por lo que sabemos solo hay instaladas cinco de esas trescientas viviendas. Y de las casas modulares prometidas, solo hay una abierta a modo de piso piloto, pero no se sabe nada más. A día de hoy, la consejeria ha entregado un total de 21 viviendas en el municipio de El Paso, más las cinco prefabricadas, más el piso piloto modular, más alguna más en Santa Cruz de La Palma. La suma total no supera las tres decenas. No parece un gran éxito, desde luego…

No se trata de hacer demagogia con esto, pero la de los desahuciados por el volcán es una situación sangrante. Nadie niega las dificultad que supone fabricar en las islas: un planeamiento urbanístico muy deficiente y limitativo, una selva legal que genera problemas serios desde hace años sin que nadie se atreva a ponerle remedio –¿alguien se acuerda ya del intento frustrado que supuso la ley del Suelo?–, más la escasez de terreno disponible, la dificultad de encontrar accesos, problemas insalvables, apatía funcionarial y una burocracia acostumbrada en materia de vivienda a poner pegas, más que a ofrecer soluciones. Todo eso es cierto, pero también lo es que quien tenia menos recursos –Visocan– lo ha hecho mejor, básicamente porque ha actuado con más entusiasmo, eligiendo la mejor opción, que era comprar lo que ya había.

El Icavi hizo justo lo contrario: elegir soluciones globales diseñadas fuera del terreno, que han demostrado no ser funcionales. Los errores cometidos en la elaboración estratégica de la respuesta al problema, y también en la toma de decisiones, además de una gestión política lenta e ineficaz, en la que se ha dado más importancia a la propaganda, a las promesas, que a los hechos.

A veces, sobre todo en situaciones de emergencia, las soluciones con vocación de globalidad no son necesariamente las mejores. Una acción más guerrillera, más local, más pegada al terreno, puede ser más útil. Visocan lo ha hecho mucho mejor que la Consejería. Los palmeros lo saben. Y además lo dicen.

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