La mentira tiene tanto éxito porque es un todoterreno, mientras que la verdad sólo puede desplazarse por las vías autorizadas y a las velocidades convenidas. La mentira sobrevive en las condiciones de inverosimilitud más extremas que quepa imaginar porque nace del despropósito, mientras que a la verdad no le basta con ser cierta, sino que ha de parecerlo. La mentira te sale al paso, mientras que la verdad has de buscarla. La mentira se vende al por mayor, mientras que las verdades se comercializan por unidades. La mentira te da la razón, mientras que la verdad suele poner en cuestión tus certidumbres. En la mentira siempre gozarás de compañía, mientras que en la verdad te puedes encontrar abandonado.

¿Qué es más consolador para el espíritu, ser terraplanista o creer que la Tierra es redonda? Sin duda, ser terraplanista porque ello te proporciona de inmediato un sentimiento de pertenencia del que carecemos quienes creemos que la Tierra es redonda. No puedes hacer amigos declarando a diestro y siniestro esto último, te tomarían por loco.

–Pues claro que es redonda, idiota– te dirían-, ¿a qué viene esa afirmación?

En cambio, los grupos de terraplanistas te acogerían con los brazos abiertos porque necesitan crecer. Los que aseguran que el hombre jamás pisó la Luna forman verdaderas congregaciones religiosas dispuestas a tomar café con los indecisos. Si quieres pasar la tarde con alguien, porque te encuentras solo, entra en un chat de negacionistas y encontrarás pareja. No hay chats de locos que defiendan lo evidente porque sería como predicar que es de día cuando es de día y que es de noche cuando es de noche. El éxito social se logra asegurando lo contrario.

El negacionismo, en general, constituye un gran recurso para hacer amigos. Las personas que niegan la eficacia de las vacunas, por ejemplo, son dadas a merendar juntas al objeto de afianzarse en su ficción. La verdad, por resumir, es aburrida. No canta, no baila y se acuesta pronto. Por eso, históricamente hablando, le ha costado tanto progresar.