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Luis F. Febles

Peter Pan no paga impuestos

El fundador de Inditex, Amancio Ortega. EFE

Germán odiaba crecer. Le tenía tanto miedo que hace unos años decidió buscar con ahínco y determinación la dirección de ese país en el que era posible vivir para siempre en la adolescencia más sosegada. A Germán le gustaba disfrutar la vida sin ninguna regla ni responsabilidad, pasando la mayor parte del tiempo como un hedonista ingenuo que producía menos que Abascal. Pero no, tenía 35 años y jamás formaría parte del grupo de los Niños Perdidos liderados por Peter Pan y la pija de Campanilla. Su sustantividad era la metáfora de un personaje del cuento de J.M. Barrie cuya hazaña era perseguir hadas y ninfas y estar exento de contribuir al sistema impositivo patrio. Germán era todo lo contrario a un general prusiano, solo aspiraba a ser ese Peter Pan que vive en el País de Nunca Jamás, una atmósfera atemporal donde los más poderosos evaden impuestos sin consecuencias de ningún tipo. Sin embargo, no era ni noble ni poderoso, tampoco honorable caballero; nuestro personaje era taxista y fervoroso votante de ese partido que tiene nombre de diccionario de BUP. Pero como auténtico profeta de la paradoja, le gusta que las carreteras estén en buen estado para circular con su coche y hacer más ameno y llevadero su trabajo. Pero no quiere pagar impuestos. Pese a que en Nunca Jamás no hay sanidad pública, exige con autoritarismo que le den cita para el médico especialista y, por supuesto, que sigan atendiendo a su madre con tratamientos que ni Amancio Ortega podría aguantar. Pero no quiere pagar impuestos. Mientras tanto, protesta contra el cubano y el marroquí que salvó a su padre en el hospital comarcal, porque siempre es más rentable vivir de convicciones que agradecer la realidad más contundente. Germán fue de aquellos que reconocieron con reverencia diplomática la explotación del contratista de turno que ponía precio a su esclavitud. En aquellos tiempos 300.000 pesetas eran un botín mensual por el que merecía arrodillarse. Defensor de la Policía y las Fuerzas Armadas, llevaba sin pudor esa incoherencia tan tradicional entre los que deciden que los impuestos altos son para la izquierda, porque la seguridad, la defensa y las emergencias se pagan sacando la bandera y escuchando a Jiménez Losantos. Germán acusaba a los gobiernos socialdemócratas de abocar a sus conciudadanos a la pobreza, mas a nuestro Peter Pan se le olvidó que la política tributaria desempeña un papel importante en la redistribución de la riqueza: los que más tienen deben pagar más impuestos para que los que menos tienen puedan acceder a servicios básicos como la sanidad, la educación o la cultura. Esta reflexión, que en cualquier democracia avanzada es símbolo de prosperidad, en España supone la revolución bolchevique. Como decía el capitán Garfio en sus muchas disputas con Peter Pan: «La desigualdad aumenta porque la renta que los ricos perciben por su capital crece cada año más que toda la riqueza que producimos entre todos. Por eso, los millonarios y su descendencia acumulan cada vez más fortuna incluso en las crisis que empobrecen al resto». Germán quiere todo sin dar nada, y así se construye y sustenta una ideología untada en el absurdo y el egoísmo. Los inmigrantes siguen robándole el trabajo desde su atalaya moral, ubicada entre el taxi, el bar y los canales de Intereconomía. A Germán le salva su Wendy particular, que no quiso quedarse en el País de Nunca Jamás rechazando la posibilidad de ser siempre niña. Al fin y al cabo, los impuestos no los paga Peter Pan: simplemente porque no existe. Y tú, ¿quieres vivir en el País de Nunca Jamás?

@Luisfeblesc

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