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Momento de cambios. Gestión de incertidumbre

Parece que se acercan tiempos de cambios, por lo que, por higiene mental, es recomendable aprender a gestionar la «incertidumbre». Parece que seguirá el encarecimiento del gas, petróleo, electricidad, subida notable de hipotecas, etc.

Está claro que aprender a vivir con la incertidumbre es una de las claves cuando nos referimos a la salud mental ya que, nos guste o no, el futuro es algo incierto. Podemos trabajar en el presente para crear nuestro futuro, pero nunca tendremos la certeza, al 100 x 100, de que todo va a resultar como nos gustaría. Lo imprevisto, y la parte injusta de la vida existe, y eso está fuera de nuestro control.

Para muchas personas la incertidumbre suele ser muy estresante generándoles problemas de ansiedad o depresión. Cuando aparece la ansiedad la mente no está en calma, y tendemos a tomar decisiones por impulsos. Esto, en muchísimas ocasiones, nos lleva a encontrar resultados no deseados.

Ante la incertidumbre podemos reaccionar de innumerables maneras: luchar contra ella, rechazarla, quejarnos, negarla e ignorarla, hasta que nos damos cuenta de que ninguna de estas reacciones nos sirve como solución, y es entonces cuando aparecen emociones desagradables como la frustración y la desesperanza, y en muchos casos, trastornos psicológicos como la depresión. La incertidumbre, simplemente, hay que aceptarla.

Aprender a vivir con lo incierto es aceptar que, en muchas ocasiones, no vamos a saber ni cuándo se solucionarán nuestros problemas, ni cómo será nuestra vida dentro de un tiempo, ni si nos irá bien o mal. Desde que lo aceptamos, comenzamos a disfrutar con mayor intensidad del presente involucrándonos en lo que sí depende de cada uno de nosotros para tener un futuro mejor.

Planificar, ser precavido, encargarse con responsabilidad de los asuntos; son acciones positivas que incluso nos ayudarán al logro de muchos de nuestros propósitos en la vida. Pero es demoledor el precio emocional que pagamos cuando pretendemos tener atado hasta lo que no depende de nosotros. El cortisol por las nubes como consecuencia de altos niveles de estrés, tu sistema nervioso central acelerado por la ansiedad que te genera el «no saber», frustración y desesperanza por sentir no poder hacer nada.

1. Querer no siempre es poder. Asume que por mucho que nos esforcemos, las cosas no siempre salen como nos gustaría. Si aceptas esta posibilidad, te seguirás esforzando para que salga lo mejor que puedas. El ahorro en frustración, impotencia y desesperanza aumentará la posibilidad de no tirar la toalla y buscar otra estrategia para conseguirlo.

2. Las mejores decisiones se toman cuando la mente está en calma. Relájate, respira hondo cuantas veces lo necesites, y acompáñalo de palabras de aliento. Tú puedes ser tu mejor apoyo y motivador.

3. Ante las preocupaciones, identifica qué variables externas no están bajo tu control y acéptalas. Solo así tu mente conseguirá estar en calma, ya que no la tendrás luchando contra lo que no puede cambiar. Enfoca tu atención en lo que sí puedes mejorar, y ponte a trabajar en ello.

4. El único autocontrol que necesitas es el de tus pensamientos. Ahí sí tienes el control y podrás gestionar tus emociones.

Los obstáculos vienen solos, pero tú decides cómo los recibes.

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