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Alfonso González Jerez

RETIRO LO ESCRITO

Alfonso González Jerez

Las primarias de Podemos

Si uno sigue las voces de Podemos Canarias en las redes sociales parece escucharse el infinito tea party del Sombrero Loco en Alicia en el país de las maravillas. Solo les hace falta celebrar el no-cumpleaños pero, en cierto sentido, ya lo hacen: están anunciando sus candidaturas para las elecciones autonómicas del año que viene. Lo que ocurre es que si te fijas en las bios de los participantes en estas ceremonias tuiteras cuatro de cada cinco intervinientes son cargos públicos. Porque a Podemos le ha ocurrido lo mismo que a todas las organizaciones políticas: ha vivido un rapidísimo proceso de cartelización. Las primarias no son cosa de los militantes, sino de los dirigentes y cargos públicos –generalmente las mismas personas– que a través de acuerdos, alianzas, desplazamientos, promesas y amenazas conquistan los puestos más atractivos de las listas. Más de la mitad de los militantes no votan. Y ni falta que hace.

En Podemos se describe a los círculos como «la unidad básica de acción para la construcción política y social de Podemos como organización democrática y popular». En los círculos «convergen los y las militantes que se interesan en el desarrollo de Podemos desde el ámbito territorial creando, con su acción diaria, la capilaridad necesaria para desarrollar la estrategia política y social con la que alcanzar los objetivos de transformación social del país». Lo de la acción diaria ya no es un desiderátum, sino un chiste. Los círculos podemitas han quedado tan desinflados como las antiguas casas del pueblo del PSOE. Se convocan –cuando se hace– para ratificar políticas y expulsiones, no para impulsarlas y/o debatirlas. Porque Podemos –obviamente– se ha verticalizado y ha asumido una jerarquía organizativa común y corriente en busca de la máxime eficiencia y eficacia política. Y la eficacia y la eficiencia tienen como objetivo mantener en el machito a los dirigentes y evitar la catástrofe electoral, y no democratizar un partido averiado y mal remendado y devolverlo a las bases. Entretanto, y mientras la organización se osifica y el debate político se evapora, Noemí Santana y su guardia de corps son incapaces de explicar que militantes (o exmilitantes) como Mery Pita, Alberto Rodríguez, Javier Doreste o María José Belda entre otros muchos hayan abandonado Podemos o hayan anunciado su inminente salida.

El miedo es lo que une a los que continúan al mando de la formación. Porque las expectativas son malas y las encuestas (todas las encuestas) solo le aseguran los tres diputados estrictamente necesarios para obtener grupo parlamentario propio. Incluso eso sería un éxito. También es el miedo lo que lleva a los principales socios de Podemos Canarias –Izquierda Unida y Sí se Puede– a tragar sapos y culebras. Finalmente Noemí Santana ha decidido pisar el acelerador y esprintar ya unas primarias de juguete en las que, por supuesto, conseguirá ser elegida por tercera vez candidata presidencial de Podemos. Su segunda, la nominalmente coordinadora general de Podemos, Lara Fuentes, irá de número uno al Parlamento por Tenerife. Sus palmeros tuiteros, impúdicamente, elogian su portentosa «capacidad de sacrificio». Ambas han decidido no esperar un segundo más, adelantándose a cualquier amago crítico o a la incorporación de la ministra Yolanda Díaz y su plataforma Sumar a las elecciones autonómicas y locales. Ni yolandismo, ni sumar, ni restar, ni gaitas ni escaldones. Podemos Canarias, una vez devastado el experimento, es esencialmente un reducido grupo de viceconsejeros, directores generales, asesores –la gente de su consejería– y consejeros y concejales que orbita alrededor de Noemí Santana –que espera todavía una ayudita económica de la dirección federal para su campaña– y no un partido político como instrumento de una ciudadanía empoderada. Todo eso acabó hace años. Solo queda el poder y los despachos, la felicidad de la nómina y la nostalgia de lo que pudo haber sido y no fue.

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