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Martin quiere su propio Marvel

George R. R. Martin, autor de la célebre saga Canción de hielo y fuego, está en racha. La casa del dragón, precuela de la célebre Juego de tronos, lleva ya varias semanas de emisión y los resultados son buenos, muy buenos. El éxito de esta historia, conectada a uno de los mayores fenómenos culturales de la década de 2010, ha dado vía libre a más precuelas, secuelas y spin off basadas en el mismo universo. Ahora el objetivo, de la productora y del propio Martin, parece claro: ordeñar todo lo que se pueda la propiedad intelectual y ganar mucho dinero. De momento se ha confirmado una secuela, centrada en la figura de Jon Snow después de los acontecimientos de Juego de tronos, pero hay una decena de proyectos más sobre la mesa. Y es que Martin, célebre por su extravagancia y por las eternas esperas a las que somete a sus lectores entre entregas literarias, tiene planes muy ambiciosos para esta fantasía épica: quiere lo mismo que han logrado propiedades intelectuales tan poderosas como Marvel o Star Wars.

Es lo que explica su participación directa en el desarrollo de esta precuela tronera, centrada en la historia de la familia Targaryen, la casa a la que pertenecía la popular Daenerys de la Tormenta. Las malas lenguas aseguran que no quiere volver a cometer el error de las últimas temporadas de Juego de tronos. Entonces dijo que necesitaba retirarse del desarrollo de la serie para terminar la sexta entrega de Canción de hielo y fuego (que, por cierto, sigue sin fecha de publicación). ¿El resultado? Que los showrunners decidiesen llevar la serie por otros derroteros, con resultados un tanto deslucidos. Por eso ahora asegura que no piensa ceder el control.

Suficiente potencial

La pregunta que surge es si el universo de Juego de tronos tiene suficiente potencial para conseguir desarrollar una estrategia similar a la que ha convertido a Disney en una máquina de hacer dinero. Las franquicias operan creando un ecosistema en el que la narrativa solapa historias y personajes conocidos por el público, de manera que cada nuevo producto es más fácil de vender, minimizando riesgos y aumentando su potencial rentabilidad.

El proyecto tiene dos grandes bazas a su favor. De un lado, el universo literario, traducido a casi 50 idiomas y con más de 150 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. De otro, una adaptación seriéfila megapremiada y aplaudida por público y crítica. Pero también existen algunas cosas en contra. En primer lugar, el frenesí de Juego de tronos no está en su cénit. La serie terminó en 2019 con no pocas críticas por un final precipitado y de calidad inferior a la que la serie había acostumbrado a su audiencia. A La casa del dragón, además, le está costando construir una personalidad propia más allá de la nostalgia. La complementariedad de los productos que apuntalan la propiedad intelectual es algo inherente al éxito de Marvel y Star Wars, ya que permite solapar audiencias y ampliar el fenómeno. Pero, sin duda, el factor que lo sitúa en una posición de mayor debilidad es la falta de películas (al menos de momento). Los universos cinematográficos han demostrado sobradamente su capacidad para fortalecer una propiedad intelectual creando eventos. Y aunque Juego de tronos fue, en su momento, una cita ineludible para audiencias de todo el planeta, el consumo bajo demanda está diluyendo la resonancia de la cita semanal, lo que mengua la resonancia de los estrenos de series.

Es pronto para saber si George R. R. Martin será el nuevo Stan Lee u otro George Lucas. También, si será capaz de satisfacer las demandas de un estudio desesperado por proyectos con ciertas garantías de éxito. Pero sabe que tiene en sus manos la semilla de un negocio multimillonario: una audiencia enganchada a su propuesta de fantasía medieval cuajada de traiciones, violencia, sexo y giros inesperados. ¿Quién no querría aferrarse a ese trono? Otra cosa es que Martin, como padre intelectual de la criatura, aguante en la posición en la que todo este proyecto le coloca y, sobre todo, sea capaz de producir suficiente material para convertir el universo de Poniente en un ente vivo y en constante desarrollo.

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