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Mario Conde | expresidente de banesto

Las bodas de plata del banquero del rey

Mario Conde está de celebración. Conmemora estos días sus bodas de plata: hace veinticinco años de su primera condena judicial, una efeméride que es siempre especial. Pueden venir otras condenas, algunas de ellas incluso más duras, pero la primera es siempre la primera, se le guarda un cariño especial. Aunque fueron solamente seis años de prisión, aunque de ellos cumpliera únicamente uno y medio, fue la primera vez, y eso es algo que un hombre como Conde guarda en un rincón de su corazoncito.

No sé si la celebración incluirá una entrada simbólica en la cárcel, como aquellos matrimonios que en su aniversario representan de nuevo la boda, ya canosos y achacosos. E igual que los matrimonios veteranos, invitará al acto a los que le acompañaron aquel día, en su caso no invitados de postín sino chorizos, violadores, algún asesino y un par de proxenetas a quienes se les había ido la mano con sus pupilas, sin olvidar a los funcionarios que les custodiaban, que soltarán alguna lagrimita pensando en los buenos viejos tiempos. Todo ello bajo una lluvia de confeti y serpentinas. Mientras eso no llega, las bodas de plata se han celebrado por todo lo alto en televisión, que es como celebran las cosas los poderosos. Veinticinco años. Ahí es nada. La cosa merecía por lo menos un Salvados a su disposición.

El homenaje tuvo lugar el pasado domingo, y no faltó más que un pastel en forma de celda, con veinticinco velas que soplar. Mario Conde luce más enjuto y con el pelo canoso, pero lo sigue peinando hacia atrás y con gomina, de manera que no ha perdido el único signo de distinción que tenía hace veinticinco años. Conde consiguió que peinarse hacia atrás con gomina fuera su marca de la casa, eso no lo había conseguido ni Travolta años atrás con Grease. De lo que dijo en su fiesta televisiva de cumpleaños, me quedé sólo con que lo tiene todo embargado excepto la finca, porque está a nombre de sus hijos, que los otros banqueros le tenían manía porque era un advenedizo, y que dio dinero al PP y a la Convergencia de Pujol, aunque la noticia habría sido que no se lo hubiera dado.

A Vox, en cambio, no piensa darle ni un euro, ignoro si por falta de ganas o de euros. Añadió también que le gustaría tener una «última conversación» con el rey, no sé si lo de «última» tiene que ver con el aspecto demacrado que presenta el anterior monarca. En todo caso, urge que alguien concierte la cita antes de que sea demasiado tarde. Conde, que por su apellido merecería formar parte de la nobleza, se convirtió durante sus años de vino y rosas en banquero personal del rey, lo cual es mucho mejor.

Los pobretones no tenemos de cabecera otra cosa que un médico, y eso con suerte, que para conseguir cita debemos armarnos de paciencia. Los poderosos, en cambio, tienen de cabecera todos los servicios. El médico por supuesto, y no tienen más que descolgar el teléfono para que acuda a su casa a la hora que sea, pero también disponen con similares condiciones de amante de cabecera, gestor de cabecera, cocinero de cabecera, niñera de cabecera, mecánico de cabecera para cualquiera de los automóviles del garaje, jardinero de cabecera, obispo de cabecera en el caso de los creyentes y, por encima de todos ellos, banquero de cabecera. Yo, que jamás he tenido banquero propio, imagino que poder llamar a horas extrañas a un tipo para que te aconseje dónde invertir unos millones, debe de ser un placer superado solo por el de celebrar las bodas de plata de la primera condena judicial por lo penal. Mario Conde era el banquero de cabecera del entonces rey, y además de proporcionarle a Juan Carlos una libreta de ahorros nueva cuando la vieja se agotaba y de regalarle una batería de cocina como cliente preferente, le asesoraba en lo que se refiere a inversiones. Incluso le solucionaba problemas –este detalle lo reveló en una estancia de la casa que tiene las paredes adornadas con cornamentas– con alguna de sus amantes de cabecera, antes sí que la banca mimaba a sus clientes, ahora un rey llama a su banquero por un problema de faldas y le atiende un robot que le indica que pulse 1 si utilizó preservativo o 2 si el encuentro fue a pelo.

La mejor frase que jamás ha pronunciado Mario Conde, la que refleja una manera de hacer las cosas y una atinada visión de la sociedad, es: «Aquí mismo, el que no tiene billetes verdes está fuera de juego, y hay gentes ahora mismo que se están haciendo ricos, a las buenas y a las malas...». Claro que el Mario Conde que la pronuncia es el detective de ficción creado por el cubano Leonardo Padura, pero podría haber sido perfectamente el nuestro.

Veinticinco años ya. Qué tiempos aquellos en los que todo era posible.

-Más que un robo, fue un autorregalo-, se justifica Mario Conde. El de Padura, el cubano.

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