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La serenidad es la clave

Me gusta decir que si me tuviera que tatuar una palabra en mi piel esa sería «serenity». La calma que te lleva a las decisiones acertadas, amistades meditadas, equipos satisfechos y personas escuchadas. Esa serenidad a la que llegas desde ti y que, inconscientemente, pretendemos que nos la aporten otras personas, sin iniciar nosotros el camino.

La calma de disfrutar el momento presente, habiendo resuelto ese pasado: bueno, regular o malo… Sin huidas y con mucho afrontamiento para ser asertivos y preguntar –y preguntarnos– qué fue lo que nos hizo distanciarnos de determinadas personas; qué tuvimos nosotros que ver en eso, y si merece la pena emprender un camino diferente. Disolver la tensión personal como propósito es sentirnos más felices y, por lo tanto, hacer un poco más felices a los demás.

Cada vez más, percibimos en ámbitos diversos «liderazgos insatisfechos» que generan malestar en las empresas, las familias, la política, colegios y universidades… No somos conscientes de que el equilibrio personal es un valor, y casi una obligación para el liderazgo de éxito; la responsabilidad de nuestras decisiones, y nuestra influencia, no debería de estar supeditada a nuestras tensiones no resueltas, a autoconceptos bajo mínimos o a egos superelevados. En tiempos convulsos y de tanta incertidumbre, aportar Liderazgos Serenos y Marcas Personales con ese valor será clave para nuestro éxito y el triunfo de los demás.

La calma viene a ser ese nivel por encima de la felicidad; sentirse sereno está por encima de eso que llamamos «sentirnos felices» y que yo llamo «construyendo bienestar». El secreto está en surfear esos días mejores y peores en constante búsqueda de equilibrio.

La serenidad es un sentimiento positivo, atractivo y alcanzable. A veces, creemos que no lo podemos lograr porque depositamos la responsabilidad de nuestro bienestar en otras personas, lo que hace que perdamos el control sobre nuestra propia tranquilidad y felicidad.

Aunque las recetas exprés no forman parte de mi estilo, sí considero que detectar esas personas y situaciones que nos provocan cierto desequilibrio, si es interesante como primer paso. Sabéis que es más fácil minimizar que crear; una buena estrategia inicial podría ser focalizarnos en lo que no nos funciona y minimizarlo. La práctica de evitar interacciones, encuentros, o conversaciones no productivas encuadran el inicio de un buen diseño de control de «no pérdida de nuestro centro personal», especialmente en las organizaciones y los entornos laborales.

Serenidad es sinónimo de paz, calma, plenitud, presente, éxito, victoria, identidad, y de valor en alza. Hoy, se ha convertido en un símbolo diferenciador por su escasez. Este valor fundamental debería de impregnar la política, las decisiones de muchas direcciones empresariales, la amistad, las relaciones de pareja y, en especial, a nuestros maravillosos jóvenes; el futuro de un país.

Me gusta decir que es ideal controlar muchísimo lo que está a nuestro alcance y desapegarnos de aquello que no podemos controlar. Desapegarnos de las emociones de aquello que se sale de nuestro ámbito de control; laboralmente, puede ser que a nivel personal no gustemos, por ello nuestro objetivo tiene que estar centrado en la percepción positiva y objetiva de nuestros resultados.

La ausencia de serenidad nos lleva a situaciones de estrés, perturbando nuestro equilibrio personal. Establezcamos rutinas básicas y muy controlables por nosotros; descanso, alimentación, minisiestas de 20 minutos, entrenar nuestra respiración y desarrollar técnicas de detención del pensamiento son elementos muy clarificadores. Mínimas rutinas y constantes. Diseñar un sistema de antiperturbación; analizar la situación que nos preocupa y desarrollar una intervención desde nuestros valores, poner todo lo que esté en nuestras manos y, a partir de ahí, descansar nuestra mente. Aumenta la intervención o el silencio, pero no optes por rumiar ante la cuestión que te perturba.

Conocerte disparará el valor de tu estrategia y de tu satisfacción personal; desarrolla metas grandes, divididas en mínimas para ir con cautela y determinación al objetivo mayor. Y tener presente que no somos así, buenos o malos; sencillamente, evaluémonos por nuestra acción, no por nuestro ser. No le demos el placer a ninguna persona de poder categorizarnos; ese derecho no está registrado, y sólo destruirá y minará nuestro autoconcepto.

Romper el binomio valía–gustar y, para ello, acompañarlo de buenos resultados, te aportará serenidad y valor.

Como nos dice Lorena Gómez en una de mis canciones preferidas, ¡Me vuelvo a la vida!:

«Por jugar a vivir y empezar de cero volví a ser yo.

¡Mírame despegar… Voy a descolgar el universo solo para mí!

¡Y sí!, ¡y sí!, que sí, que si se apaga el fuego de esta llama… ¡me vuelvo a la vida!

¡Que sí!, ¡que sí!, ¡me vuelvo a la vida!

Que si arde el mundo porque sí… me vuelvo a la vida»

¡Te espero!

@EtikMaite

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