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Jorge Bethencourt

EL RECORTE

Jorge Bethencourt

Un gesto generoso

Las familias salen a los balcones con cacerolas. Los ayuntamientos se gastan el dinero en fuegos artificiales. El cielo de Canarias es una fiesta. El ministro de In-Seguridad Social y Migraciones, monseñor Escrivá, ha anunciado que se van a contratar 83 nuevos trabajadores para reforzar la plantilla de las oficinas de la Seguridad Social en las islas. Lo dice después de años en los que obtener una cita presencial es un milagro que puede presentarse como una prueba de canonización.

El ministro Escrivá, en su camino, nunca termina de encontrarse con Canarias. Sus huellas pasaron levemente por el bochorno humanitario de Arguineguín, ese nombre que los ministros españoles no saben pronunciar, sin dejar ninguna huella sustancial. Ninguna solución. Ninguna autocrítica. A día de hoy, casi todas las semanas, la muerte sigue haciendo su cosecha de inmigrantes en Canarias, con la guadaña del mar, sin que al humanitario gobierno progresista de los más vulnerables se les mueva un pelo del Boletín Oficial del Estado.

Los cadáveres siguen llegando en balsas rotas, cuando no acaban en la tumba anónima del fondo del océano, donde no alcanza el ruido de los cubiertos de las cenas cortesanas de negocios políticos entre el presidente Sánchez y ese rey de Marruecos que se burla de su invitado poniendo la bandera de España al revés, porque causa risa.

Ahora, Escrivá, legítimamente orgulloso por el esfuerzo, anuncia que va a contratar 83 nuevos empleados para una administración petada que atiende a los pensionistas no contributivos, a los jubilados, a los más necesitados de un empujón en estos tiempos de calamidades. A esas personas necesitadas que esperan meses, cuando no años, por unos expedientes que se atascan y no llegan.

El señor ministro tal vez sabe que su Gobierno, en tres años, ha aumentado el número de altos cargos y asesores desde 1.487 a 1.875 personas. Cuatrocientas más. Y sin anunciarlo. Son muchos más de 83.

Cuando algunos defienden el Estado del Bienestar, cuando dicen que nuestros impuestos no se pueden bajar, porque con ellos se atienden a los más vulnerables, sus palabras son del mismo aire que las ventosidades. Y huelen igual. Y sus actos, como lágrimas, nos conducen al mar de la impotencia, donde nos ahogamos. Al final de un mandato, en plena campaña electoral, nos regalan ochenta nuevos empleos para aliviar la vergüenza de la Seguridad Social en Canarias. ¡Pero qué buenos son!

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