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La enfermedad social de la ignorancia

Para Platón, la ignorancia es una enfermedad del alma (Timeo: 86-bc). El pedagogo estadounidense Amos Bronson afirma que «la enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia». Aristóteles decía que «el ignorante afirma, mientras que el sabio duda y reflexiona». Pero no todas las ignorancias son síntoma de enfermedad. Existe una ignorancia «sabia»: la de quien «sabe que no sabe». A ella se refería Benjamín Disraelí con estas palabras: «Ser consciente de la propia ignorancia es un gran paso hacia el saber». La gran paradoja de la actual sociedad del conocimiento es que este mal está en auge. La ignorancia debería ser un estímulo para el saber, pero, para ello, se requiere ser consciente de ella. Quienes no lo son tienden a hablar de todo y a no escuchar. Por eso se ha dicho que la ignorancia es muy atrevida.

Preguntado por cuál es la enfermedad de nuestro tiempo, el filósofo Emilio Lledó contesta lo siguiente: «La ignorancia y quizás también la poca reflexión y el descuido del lenguaje. Pero sobre todo la ignorancia y lo atrevida que es. Esto lo observo en determinados políticos. Es como si el poder les diera la facultad de hacer y decir cualquier cosa, aun sin tener la menor idea de lo que están haciendo y diciendo». Las tecnologías de la Sociedad del Conocimiento no nos invitan a la reflexión, sino a acumular un exceso de datos que nos intoxican, impidiéndonos así discriminar entre lo necesario y lo superfluo. Los saberes pensados son sustituidos por los saberes sin pensamiento. Nos estamos conformando con conocimientos parciales, desgajados de una sabiduría integral, quizá porque el modelo que nos proponen no es el del sabio y el hombre culto, sino el del experto a quien interesa solamente el saber productivo.

Daniel Innerarity sostiene que la actual sociedad de la ignorancia proviene del tipo de conocimiento que subyace de forma subliminal en la utopía de la Sociedad del Conocimiento. «El conocimiento a través de la razón, que debería proporcionarnos una mejor y más completa comprensión de la realidad, disminuye. Las mismas tecnologías que hoy articulan nuestro mundo y permiten acumular saber nos están convirtiendo en individuos cada vez más ignorantes».

Todos hemos de ser conscientes de en qué momentos estamos hablando desde la ignorancia. Este defecto se suele atribuir a algunos «tertulianos» y a muchos políticos que hablan de todo. En los pocos casos que admiten preguntas del público contestan en tono categórico y casi nunca contestan: «Esto lo tengo que pensar mejor. Mañana seguimos hablando». Esa respuesta, lejos de restar autoridad moral, la otorga. «La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia». (Sócrates).

¿Por qué muchas personas opinan de todo sin tener ni idea? La respuesta es el «Efecto Dunning-Kruger». Estos investigadores (David y Justín) concluyeron que «cuanto menos sabemos, más creemos saber». Es un sesgo cognitivo según el cual, las personas con menos capacidades y conocimientos tienden a sobreestimar esas mismas capacidades y conocimientos. Quienes padecen el efecto Dunning-Kruger no se limitan a dar una opinión ni a sugerir, sino que intentan imponer sus ideas, como si fueran verdades absolutas, haciendo pasar a los demás por ignorantes.

¿En qué medida existe actualmente en España una sociedad de la ignorancia? Según Eurostat, España es uno de los tres países europeos en el que menos se lee y en el que menos se gasta en libros. Javier Marías declaró que «en España estamos viviendo una especie de enorgullecimiento de la ignorancia». Nadie es experto en todas las materias de conocimiento. Todos tenemos carencias e ignoramos muchas cosas. Por tanto, lo mejor es afrontarlo desde la humildad y con la actitud del aprendiz. Esto último es aplicable de modo especial a los profesores. Enseñar implica orientar a otros en su proceso personal de aprender desde el ejemplo de quien enseña. En la Pedagogía actual se habla del profesor como aprendiz. Se espera de él un aprendizaje vitalicio.

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