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Alfonso González Jerez

RETIRO LO ESCRITO

Alfonso González Jerez

Mentiras y razón en Adeje

Hace dos o tres días publiqué una columneja sobre la resistencia al proyecto Cuna del Alma que pretende levantar una urbanización de lujo (y otras intervenciones anejas) en las inmediaciones del puertito de Adeje. Creo que he dejado claro que no me gusta ese proyecto y que a mi juicio – e intuyo coincidir con miles de ciudadanos tinerfeños– debería ser abandonado. Pero en el artículo citado confirmé y repetí el relato de una agresión de guardias de seguridad a los activistas que están acampados ahí, junto a las obras. Y ese relato es falso. Un empleado –buen profesional y persona decente– me ha remitido una carta con los verdaderos hechos, en los que los supuestamente invadidos son los invasores. He podido hablar, asimismo, con otro testigo presencial, que me ha confirmado punto por punto lo que el primero me transmitió en su carta. Para resumir:

–Los activistas no ocupaban ni ocupan en la actualidad ningún piso piloto.

–El inmueble que aparece en las grabaciones difundidas por los activistas y que han circulado profusamente por las redes sociales son las oficinas de Cuna del Alma, donde trabajan diariamente administrativos, contables, ingenieros, topógrafos, aparejadores y demás personal de servicio del proyecto.

–Los promotores no entraron en el edificio para echar a nadie. Estaban trabajando ahí porque ese era y es su lugar de trabajo. Repentinamente los trabajadores comenzaron a escuchar gritos y golpes en las puertas y cristaleras. Seis o siete activistas consiguieron entrar en el inmueble saltando muros exteriores y colándose por una puerta corredera. Una vez dentro comenzaron a correr por la oficina y otras habitaciones anexas e intensificaron sus gritos. Dos de los mismos entraron en el despacho de Andrés Muñoz, director técnico del proyecto, y tiraron al suelo todo lo que encontraron sobre la mesa y otros muebles accesorios.

–Muñoz se encontraba en ese momento en otro lugar, dentro de las oficinas. Acude a su despacho, entra e intenta sacar a la activista cogiéndola de un brazo, la piba se revuelve y se tira al suelo, el director técnico intenta convencerla para que deponga su actitud y salga. Todo esto es grabado por un móvil y difundido por las redes sociales con la versión que hemos admitido como válida inmediatamente. En ningún momento, por supuesto, se escucha a Muñoz pronunciando alusiones sexuales a la activista que, por supuesto, no están recogidas ni grabadas en ningún sitio.

Me detengo aquí. Hay más detalles. Pero esto es suficiente para evidenciar que los que hemos llamado activistas no están jugando limpio informativamente (también es evidente que no han demostrado una gran inteligencia estratégica). El mosqueo crece cuando se repasan las declaraciones en las redes y medios de comunicación. Una de sus portavoces habituales rechazaba modestamente ser calificada como heroína. «Simplemente somos el pueblo intentando parar una injusticia». Es un poco desagradable dar malas noticias pero no, ustedes no son el pueblo. Ustedes no representan al pueblo. Ustedes no han recibido un mandato popular en ningún momento. Ustedes van a terminar de llevar a la irrelevancia una protesta razonable y apoyada en buenos argumentos territoriales, medioambientales y ecológicos porque, para empezar, están faltando a la verdad elemental de hechos obvios e inmediatos, hasta el punto de invadir unas oficinas violentamente y presentarlo como un desalojo brutal a cargo de sicarios indescriptibles. Y al fondo sigue la misma pregunta: cómo detener un proyecto urbanístico si cuenta con todos los permisos e informes en regla. Cómo hacerlo sin narcisismos adolescentes, sin mentiras ni historietas pueriles, sin fiarlo todo mágicamente a tener razón y nada más que la razón.

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