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Jorge Bethencourt

EL RECORTE

Jorge Bethencourt

El ala Oeste de la Casa Roja

La próxima candidata al Oscar será una serie basada en la vida política de Pedro Sánchez. O sea, una producción de terror, con muertos políticos resucitados. Que el programa se vaya a estrenar cuando solo faltan unos meses para unas elecciones no es, por supuesto, ninguna coincidencia.

Como el presidente hace trampas hasta jugando al solitario, los productores descartaron llamar la serie House of Cards. Y el equipo de Sánchez descartó otra propuesta que les hicieron: El ala Oeste de la Casa Roja. Porque La Moncloa, como el PSOE, no es roja. Y porque se trata de un rodaje realizado en el edificio Semillas y alrededores, que es donde trabaja la troupe presidencial. Al final caló el nombre de Las cuatro estaciones –entre Vivaldi y Leonardo Padura– que es mucho más adecuado. Porque si Felipe González, como Cristo, pasó por catorce estaciones antes de llegar al Gólgota y ser crucificado en las urnas, Sánchez parece dispuesto a que la cosa acabe pronto; no más lejos de diciembre del año que viene.

El documental, supervisado por Moncloa, es, obviamente, un producto publicitario a mayor gloria del sanchismo. Si a Aznar, por ejemplo, se le hubiese ocurrido hacer algo similar, el país habría estallado de pura indignación. Pero al desparpajo de Sánchez, alumno aventajado de Pablo Iglesias, se la refanfinfla lo que digan los demás. Sabe que las provocaciones sirven para que se hable de él. Y la publicidad gratuita no tiene precio.

El Gobierno sostiene que no ha pagado por el programa. Es verdad. Debe tratarse de un ejercicio de comercio triangular. Las productoras pidieron los permisos de rodaje y les dejaron entrar en la intimidad del Gobierno captando la excitante vida, llena de trabajo y tensiones del estupendo equipo humano que se ha encargado de llevar a España, con mano firme, hacia la actual situación de catástrofe económica. Una vez hecho el programa y revisado por los asesores de Sánchez, no sea que le hayan sacado mal el flequillo, las productoras lo ofrecerán a la venta a alguna cadena de esas televisiones que cobran una pasta gansa del Gobierno en publicidad institucional. Seguro que alguna estará encantada de pagar generosamente para emitir la serie. Y así, sin que Moncloa haya pagado directamente un euro, el negocio se cerrará a satisfacción de todo el mundo.

No se pierdan el capítulo en el que Pedro Sánchez –vaya cara de susto que se le pone– descubre que le robaron fotos y notas privadas del teléfono y decide después irse a Marruecos a cenar con el rey de allá abajo. Claro que igual ese tema no sale.

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