eldia.es

eldia.es

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Wladimiro Rodríguez Brito

Lluvias a la carta

Pocas veces la naturaleza actúa de una manera que coincida tan ampliamente con los humanos como ha ocurrido con Hermine. Hemos tenido una semana repartiendo riqueza en el plano ambiental y el plano social. En primer lugar, la lluvia impregna nuestros montes y aleja peligros de incendios. Además, aporta a los acuíferos insulares de las islas una fortuna en millones de m3 de agua de calidad en un territorio que desalamos con petróleo más 300 hm3/año.

Más allá de la parafernalia mediática sobre el recorrido del ciclón tropical, el comportamiento y la supuesta prevención de los responsables políticos, creo que todos estamos de enhorabuena. Hay que administrar la fortuna que nos ha dejado Hermine y y corregir nuestros puntos débiles. Las lluvias en Canarias no suelen ser a la carta, tal y como ocurrió en esta ocasión, donde tuvimos entre 60 y 80 horas de agua para dejarnos 300 a 400 litros m2.

En Canarias se producen con frecuencia aguaceros de pocas horas de duración que tiene un impacto desigual en numerosos puntos. Sin embargo, Hermine ha aportado un caudal equivalente a lo que nos deja la naturaleza en un año. Así, en Barlovento se recogieron más de 400 litros, en El Escobonal más de 150 litros y en Haría más de 90 litros por m2.

Ahora bien, la prevención es mucho más que ruedas de prensa, fotos y alegatos. Veamos casos concretos, como el de Arrecife, donde las lluvias de 20 litros m2 provocaron el primer día inundaciones con problemas serios para los vecinos, ¿Podemos entender cómo están los cauces de números barrancos los cuales están cargados de vegetación y basura? Hermine dejó en la piel de las islas más de 7.000 millones de m3. Para hacernos una idea: el consumo en Canarias está en torno a los 500 hm3 al año

Debemos de valorar lo que hacemos bien, pero también las sombras que tiene un espacio poblado en el que la prevención es mucho más que una parafernalia mediática. Tenemos que mejorar las infraestructuras y adecuarlas a los problemas de seguridad de la población. Tenemos que estudiar la localización de éstas, limpiar los cauces de barrancos, las vías de comunicación y las laderas.

Leamos algunos casos de libro de lo que no debemos hacer. Por ejemplo, el Barranco San Juan, en Tacoronte. Nace en la montaña de Juan Fernández, a 1.000 metros de altura, y está encauzado en el entorno del Barranco de Las Lajas, interrumpiendo el cauce por dos montañas, Los Naranjeros y La Atalaya. Aquí hay que señalar que las lavas de estos dos conos volcánicos cerraron el paleobarranco anterior y ahora están arañando el cauce con un canal poco profundo, rodeado de cientos o miles de viviendas. Por si fuera poco, dicho cauce está obstruido con vegetación y basura. Entendemos que es una zona muy peligrosa que plantea muchos interrogantes en caso de lluvias torrenciales para las viviendas, ya que en determinados puntos apenas hay algunos metros más altos que dicho cauce.

Otros ejemplos son el barranco de La Chaurera que llega hasta La Fortaleza y la carretera del norte, a la altura del casco histórico de San Juan de la Rambla; el barranco de Las Ánimas, en La Guancha o el de Valle San Lorenzo, Las Galletas-Guaza. Hemos de aprender que la naturaleza no la podemos gestionar desconociendo el territorio, como hemos hecho con el Barranco de María Jiménez, olvidando que aquí tenemos uno de los barrancos con mayor capacidad del sur de Anaga (Valle Grande, Valle Brosque y Valle Crispín) para canalizarlo de manera horizontal.

Estas líneas pretender abrir una reflexión sobre los problemas de cada día que nos plantea la naturaleza y de una cultura que ignora gran parte del territorio del hombre y la naturaleza. Así, hay que ver la desembocadura del barranco de Santos totalmente horizontal, en el que el agua no mueve piedras de tres kilos y que hay que estar drenando permanentemente.

Agradecemos las lluvias que nos dejó Hermine pero seamos más respetuosos con la naturaleza y con la cultura de ayer, en la que los campesinos eran más responsables porque tenían títulos de la Universidad de la vida y no títulos de cartón que se mojan y se rompen. Nuestra gente suele decir que «Al cabo de los años mil, vuelven las aguas por donde solían dir». Aprendamos y corrijamos los problemas que nos genera la lluvia para estar preparados ante próximos episodios de aguas torrenciales que no sean tan benignos como Hermine.

Compartir el artículo

stats