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España como nación

Se habla, y más en este tiempo de incertidumbre, de nacionalismos, de periféricos, de especificidades y de territorios históricos. Es la moda. No porque estén en el pálpito de las políticas sino porque los que han adormecido las conciencias de los pueblos se despiertan un día y creen que están alumbrando nuevas cuestiones cuando estas ya estaban desde el momento que los nacionalismos fueron capaces de crear las naciones.

Pues bien España también es una nación y la Constitución de 1978 ya lo pone de manifiesto y que, además, está conformada por otros territorios que deambulan por la periferia de Castilla a los que se les ha dado la denominación de nacionalidades ( como Canarias). Pero la Constitución es un artificio producto de la voluntad de las personas o lo que los siete sabios que la parieron en su día decidieron que fuera, previo consenso o con un ligero disenso, es igual. Pero las realidades históricas generalmente no van siempre por el camino que nos trazan y por donde quieren que transitemos.

Se trae esto a cuenta al considerar a España como nación. Lo que por otra parte encierra cierta dificultad teórica. Ya Ortega escribió en Meditaciones del Quijote, «Dios mío, ¿Qué es España? Desdichada la raza que no hace un alto en la encrucijada antes de proseguir su ruta, que no hace un problema de su propia intimidad, que no siente la heroica necesidad de justificar su destino, de volcar claridades sobre su misión en la historia». Y es que el mismo Ortega escribía que como España no existe como nación, el deber de los intelectuales es construirla. De ahí que la principal tarea sea saber que cosa es España y luego inculcárselo a las almas. Por eso han surgido los protonacionalismos desde la invención de España. Con ella se llega a una construcción nacional y se hace una nación cerrada. Una nación que después de haber intentado miles de estrategias para constituirse como tal, es andando el tiempo, y ya muy lejano de los Reyes Católicos, que hubo que esperar hasta llegar a la Constitución de 1931 para saber ciertamente que es lo que se entiende por España

Y hoy el debate no se ha cerrado. Hay voces que preguntan y las respuestas no llegan. Y no llegan porque los silencios son más favorecedores a la intriga y al desatino. Los argumentos de algunos no cuentan porque comprometen la unicidad. Y tampoco desde la nación única se intenta responder y las políticas se condicionan para que muchas cosas se desparramen por los vericuetos del mito escabulléndose de la realidad. Se hacen oídos sordos a palabras que se creen son altisonantes porque suenan lejos, desde la periferia y piensan pueden hacer temblar viejos conceptos que hay que remozar para que se pueda circular mejor por la senda de la democracia.

Con la democracia se originó la nación. España como nación tardó siglos en construirse y aún habrá que hacerse la pregunta de Ortega. ¿Qué es España? Los pueblos que son los que pisan el suelo de las naciones son los que deben decir lo que son, o al menos que pretenden ser. Y no cuando se les ocurra a otros. Porque si aun España está por definir no digamos nada de los otros que desde el cordón umbilical de los convenios, de las federaciones buscan o pretenden buscar campos de encuentro que los torpes y timoratos eluden un día si y otro también.

Y tampoco basta para reivindicar la nación el patrioterismo ramplón y arcaico ya que hay que librarse de las gangas románticas y aceptar de una vez por todas que va sonando la hora de cambiar los argumentos y si es necesario hasta de metodología para propiciar encuentros y aclarar todas aquellas cuestiones que permanecen difuminadas. Es necesario proyectarse hacia el futuro y dejar de mirarse el ombligo como si la Moncloa fuera cada vez mas ancha y que abarca desde el Estrecho de Gibraltar hasta los Pirineos. España desde la geografía se puede dimensionar desde los nacionalismos que pelean por encontrase así mimos como pueblos y sujetos políticos de su propia historia; pero los nacionalismo enfurruñados en sus propias rocas, en su reliquias cuasi-eternas no conducen a ningún sitio. Y quiérase o no hay que continuar en la construcción de España, dotarla de un nuevo significado para que como país no se convierta en una verdadera angustia nacional. Por lo que los nacionalismos no deben esperar más.

Pero nacionalismos consecuentes que en parte miren asimismo a una Europa inconclusa, sin Constitución, sin ensamblaje político, donde cada cual en esta guerra ruso-ucraniana mira para si en un intento de salvase quien puede con estrategias que si hoy son novedad mañana se meten saco roto. Teniendo la sensación que ni sabemos donde estamos ni hacia donde queremos partir. Y los nacionalismos que muchas veces van a rastras de las circunstancias andan perplejos, sin apenas diseño político-ideológico (al menos el nacionalismo canario que intenta meterse en la grímpola de un canarismo, concepto nacionalista noño, alejado de toda nacionalismo consecuente sin apenas dar un paso y a la espera,a la espera de ¿qué?

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