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Sol y sombra

Las amistades peligrosas

Estos días causan revuelo unas declaraciones del barón socialista Emiliano García-Page a El Mundo en las que dice que si el PSOE sigue frecuentando las mismas compañías sufrirá un castigo. Es sabido que esas compañías no son las mejores y que están arrastrando a Sánchez, más allá de cualquier gestión, a un precipicio. Aunque, llegados a este punto, también se puede pensar aquello que ni contigo ni sin ti. El problema de los socios no radica en la diversidad sino en una comunión de objetivos que lleva a muchos españoles a considerarlos enemigos de España. Nadie, además, en su sano juicio podría negarlo por las pistas que van dejando tras de sí.

Unidas Podemos, el socio oficial, no es la izquierda del Partido Comunista de Santiago Carrillo, ni la Izquierda Unida que bajo planteamientos ideológicos distintos aceptó la convivencia democrática que nació de la Transición. Ese fue un período que por más dudas interesadas que suscite nadie puede negarlo como el de mayor prosperidad y conciliación de la moderna historia de este país. Ninguno de los anteriores durante décadas y más décadas se le puede comparar en cuanto a tolerancia y respeto por las libertades.

Digo que Unidas Podemos no es lo mismo que las izquierdas que habían aceptado el juego democrático. Desde el primer momento, dando muestras de un inquietante adanismo, ha puesto en evidencia la necesidad de romper con todo lo anterior iniciando una nueva transición y proponiendo otro modelo de nación muchas veces en sintonía con los independentistas catalanes y vascos. De los socios nacionalistas en los que se apoya el Gobierno no hay nada que decir, salvo lo que ya todo el mundo conoce. No se esconden para declarar al Estado su enemigo y en la primera oportunidad que tienen lo desafían desde las propias instituciones. Que formen parte de un gobierno nacional que supuestamente defiende los intereses comunes es la gran pregunta que habría que formularle una y otra vez a Pedro Sánchez.

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