Pilar Llop ha asegurado que cuando viaja en metro y autobús escucha a los ciudadanos lamentarse por el bloqueo del CGPJ. Además de dejar constancia de que utiliza el transporte público, la ministra de Justicia quiere advertir de que es alta la preocupación en la calle por la renovación pendiente de los órganos del poder judicial. No creo que sobrepase a la que existe por los precios disparados de los alimentos que están empezando a poner en riesgo la calidad de la propia nutrición de las personas, el coste de la energía o la incidencia del paro en la vida de los españoles. ¿Qué opinan?
No sabemos, Llop tampoco ha entrado en los detalles, si los pasajeros del metro y del autobús se refieren a lo preocupados que están por la falta de acuerdo de los dos grandes partidos para nombrar a los jueces o simplemente se trata de mostrar una inquietud democrática por la falta de decencia de los políticos, que mantienen como rehén de su sectarismo interesado al CGPJ. La vicepresidenta de la Comisión Europea, Vera Jourová, ha querido matizarlo tras la Apertura del Año Judicial. Lo que Europa le está reclamando al Gobierno y a la oposición, además de que pongan fin a la anomalía institucional, es que la renovación no consista simplemente, como pretende Pedro Sánchez, en que los partidos sigan designando igual que hasta ahora a los vocales, sino que sean los propios jueces los que elijan a los jueces, teniendo en cuenta los estándares europeos y para restablecer el equilibrio de poderes, sin que uno de ellos esté sometido a otro. La renovación que verdaderamente urge es la del modelo suprimido cuando Alfonso Guerra decidió «matar» a Montesquieu.
Incorporar el ruido fiable de la calle al debate es práctica recurrente. Creer que la renovación judicial está presente habitualmente en las conversaciones de los pasajeros del metro madrileño en el trayecto entre Tribunal y Nuevos Ministerios no es más que un chascarrillo de la ministra.
