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Tal cual

La nueva ley de educación, bajo el foco de la polémica

Con la vuelta al cole se pone de manifiesto la necesidad de consensuar una ley de educación que sirva para, al menos, varios decenios; cambiando solo aquello que vaya quedando obsoleto por el paso de los acontecimientos políticos, sociales, económicos y tecnológicos. Pero, por desgracia, en España se ha optado por hacer una nueva ley de educación cada vez que hay un cambio de gobierno de sentido ideológico distinto al anterior.

Y así llevamos ya ocho leyes educativas en cuarenta años de democracia.

Ahora, la Lomloe o ley Celaá, se impone, en parte, a la Lomce o ley Wert. Y, si volvemos a cambiar de gobierno, lo más probable es que se vuelva a modificar la ley, que pasará a llamarse la Porompopero o ley Pantoja. Como verán, todo un disparate.

En Primaria (desde los 6 a los 12 años), solo tendrá efectos en los cursos impares. En esta etapa se promoverá la igualdad entre hombres y mujeres, la educación por la paz, el consumo responsable, el desarrollo sostenible y la educación para la salud, destacando la parte afectivo-sexual. La asignatura de Religión dejará de ser obligatoria. Tal vez, la materia que más recelos despierte sea la denominada Educación en Valores. Así como que se pueda pasar de curso con asignaturas suspendidas.

En la Educación Secundaria Obligatoria (desde los 12 años a los 16 años), los afectados serán los de los cursos primero y tercero. Llama la atención que la Filosofía no esté incluida en la lista de materias optativas. Y la orientación académica pasará a tener mayor peso y se llevará un seguimiento a partir del segundo curso.

Con respecto al Bachillerato se ha optado por que el ciclo preparatorio para acceder a la universidad se pueda hacer en tres años.

Solo unas pinceladas: lo que más llama la atención y, por consiguiente, está bajo el foco de la polémica es la manía de la izquierda en adoctrinar a los alumnos. Para ello han confeccionado la asignatura de Valores Cívicos y Éticos (VCE), a su imagen y semejanza. Sin recato alguno, aparece en el manual de Primaria la foto del presidente Pedro Sánchez, junto a carteles electorales del PSOE. Además de las frases que más les gustan a ellos: solidaridad, ecologismo, igualdad de género, educación en las emociones, sostenibilidad del entorno…

En Filosofía de primero de Bachillerato, desgranan sin disimulo la Leyenda Negra, con la que se pretende seguir la corriente a la izquierda antihispánica, que desgobierna los países de Hispanoamérica, distorsionando la realidad histórica y despreciando nuestro pasado de descubrimientos y de conquistas. Osan, incluso, preguntarles a los alumnos –¡pobres alumnos! – si "España no debería asumir algún tipo de responsabilidad por la conquista de América y el trato degradante que le dispensaron nuestros antepasados a los indios". Es evidente que los eruditos que han confeccionado tamaño despropósito no han leído el libro de María Elvira Roca Barea Imperiofobia y leyenda negra.

Intentan deshumanizar nuestro pasado convirtiéndolo en puro adoctrinamiento. Pretender, como tanto le gusta a la izquierda con los hechos protagonizados por los demás, que no por ellos, hacer revisionismo del pasado con la mentalidad del presente es un auténtico desatino. Como absurdo es llamar misóginos a Platón, Aristóteles, Tomás de Aquino o a Maquiavelo; culpándolos de la discriminación de la mujer en la historia de la filosofía.

Claro está que no es de extrañar cuando, en el nuevo libro de Lengua y Literatura, indica que el español es un idioma "impuesto" por la "monarquía borbónica" y "dominador" porque "provocó grandes conflictos sociales y culturales". Se supone que algo habrán tenido que ver en su redacción los nacionalistas periféricos. Y no digamos ya cuando aparece descaradamente en los libros de Secundaria la propaganda republicana. Colocando solo a la monarquía como susceptible de corromperse, porque es el gobierno de una sola persona; como indicando que la monarquía no puede ser compatible con la democracia.

Con razón, algunas comunidades autónomas han mostrado su desacuerdo con estas barbaridades doctrinales. ¿Y los padres, qué opinan?

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