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Francisco Pomares

Escaqueo vitalicio

El presidente Torres se endemonió ayer en el Parlamento con el del PP, Manuel Domínguez, a cuenta del salario que se pretende puedan cobrar los expresidentes canarios, amparándose en una ley que el Gobierno quiere tramitar. Torres acusó a Domínguez de dañar su imagen al acusarle de querer cobrar un sueldo vitalicio. Le dijo que él está en contra de que ese sueldo se pague y sentenció que es el Parlamento quien debe decidir si los expresidentes cobran o no. Por señalarle como presunto interesado en cobrar una paga como ex, Torres calificó a Domínguez de mentiroso, calumniador e indigno. Para evitar que pueda desmentirme por lo de indigno, que es un calificativo muy fuerte, transcribo lo que le dijo Torres a Domínguez: «está usted calumniando y mintiendo, y ningún representante público es digno si miente». Ozú.

En sus correrías por la política, a Torres le gusta comportarse como un cachalote pacífico y bien criado, educado e incapaz de matar una mosca, pero cuando alguien o algo logra penetrar su gruesa epidermis de ballena feliz, Torres tiende a transformarse en una orca feroz de dientes afilados, capaz de destrozar de una dentellada al más fiero. Después, mientras los suyos aplauden a rabiar la sangre vertida, Torres vuelve como si nada a representar su papel de apacible y grandioso mamífero marino, como si los restos de muerto que deja a su paso no tuvieran nada que ver con él.

Ayer estuvo singularmente salvaje con Domínguez, un tipo que se estrenó parlamentariamente tendiéndole la mano desde la derecha y que no es amigo de broncas, o al menos no lo ha sido hasta llegar al Parlamento. Porque el que no se embronca en el Parlamento es que no destaca: aquí lo importante no es ser un buen orador, tener una idea de región en la cabeza o presentar una correcta gestión. Aquí lo importante es aprender a insultar con habilidad y estilo, que es lo que al final queda. Torres es el político más entrenado de la Cámara en el rifirrafe. Y es también un actor consumado, capaz de mostrarse despiadado o cruel solo cuando le tocan la honra. Pero vamos a ver… ¿Por qué se enfada tanto el señor presidente? ¿Por qué intenta confundir la gimnasia con la magnesia? Pues porque no puede negar la evidencia de ser partidario de que los expresidentes cobren un sueldo. Eso es lo que va a permitir la ley que ha presentado su Gobierno, la ley del Gobierno y el presidente, nada menos. Es cierto que él no ha hablado de paga vitalicia, en democracia, la única soldada vitalicia que paga el Estado son las pensiones o las pequeñas compensaciones por medalleo. El Estado no puede pagar pagas vitalicias de 100.000 pavos a ningún prójimo. Torres se opone a la paga vitalicia sin que haga falta que se oponga. Es como si se opusiera a que dos más dos sumen cinco, algo innecesario. Porque aquí el problema no es si la paga es vitalicia. El problema es que Torres ha planteado este asunto en este momento, cuando más se acerca el invierno de la economía. Torres niega ser partidario de lo vitalicio, porque no puede negar ser partidario de la paga, que es de lo que se trata, de pagar a los expresidentes por ejercer funciones decorativas en un consejo, como ya hacen el Estado y unas cuantas regiones.

La segunda obviedad de Torres es pretender que es el Parlamento (y no su Gobierno o el que venga) quien ha de aprobar la paguita presidencial. Por supuesto que es el Parlamento el que la debe aprobar. Pero los Parlamentos no son entes independientes de los partidos y los Gobiernos. Responden a la mayoría que manda. Eso de que el Gobierno hace lo que dice el Parlamento es un viejo cuento chino. Es justo al revés: los Parlamentos hacen lo que ordenan los Gobiernos, y ocurre así desde que los partidos se hicieron con el control absoluto del alma y la cartera de Sus Señorías.

La justa indignación de Torres, y sus argumentos de ofendidito ante el supuesto agravio que ha sufrido, se deshace como ese azucarillo de aguardiente que él mismo citaba ayer, cuando se formula la pregunta clave: ¿Quién trajo al Parlamento la ley que puede permitir esa paguita de 100.000 pavos de la que usted mismo podría ser beneficiario? Usted, señor Torres. ¿Quién ha defendido que es anormal que los expresidentes no cobren por su asesoramiento? Usted también. O sea: ajo y agua. Apechugue con su patinazo. Deje de escaquearse, presidente.

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