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SANGRE DE DRAGO

La pobre solidaridad de galgos

Eran las 14:10 horas (UTC) del día 19 de septiembre de 2021 cuando se inició, en la zona Cabeza de Vaca, en el Municipio de El Paso, cuando se inició la erupción volcánica. Ocho días antes se registró una intensa actividad tanto sísmica como de deformación del suelo. Hace hoy un año de aquellos indicios que provocaron que las autoridades comenzaran a hacer indicaciones a la población. Hace un año en el que, para algunas personas –no pocas–, todo cambió en su vida ordinaria.

Las cámaras de los medios de comunicación, al instante y en directo, nos fueron ofreciendo aquella información que mezclaba lo extraordinario del hecho natural con el drama humano que se estaba sufriendo. Y mientras las cámaras estuvieron la solidaridad social se volcaba. Se abrían cuentas para donaciones, se recogían enseres y alimentos, etc.; toda una explosión de ayuda de emergencia para cuantos tenían que refugiarse en el polideportivo, en habitaciones cedidas –o contratadas por las administraciones locales– de hoteles, o en casas o pajeros de conocidos y amigos.

No cabe duda de que «ojos que sí ven, corazones que sí sienten», por releer a la inversa el refranero popular. Y mientras se veían las cosas, la solidaridad burbujeaba. Hasta que todo acabó mediáticamente. En Cáritas diocesana sabemos que la reconstrucción es un proceso de largo recorrido y, por ese motivo, establecimos criterios de atención propios de una emergencia, con la ayuda de la confederación de Cáritas españolas. Y ahí se sigue estando. Porque donde hayan situaciones de vulnerabilidad, donde haya últimos no atendidos, allí estaremos.

Con la solidaridad pasa como con las jornadas institucionales de sensibilización. Como si bastara un Día de la Paz para que desaparezcan los conflictos y las guerras. Las jornadas tienen sentido si son recordatorios de actitudes permanentes. Siempre hay que trabajar por la paz, por las personas sin hogar, por erradicar el hambre o la trata de personas. Siempre hay que recordarnos la importancia de trabajar por la igualdad, el respeto al extranjero, o la ayuda al desarrollo de los países mal llamados del tercer mundo. Siempre es cada día. Siempre es, como dicen los franceses, todos los días.

Los volcanes, las sequías, las inundaciones, las epidemias, el hambre, etc. están ahí, con cámaras o sin cámaras, ante un mundo que necesita una imagen para despertar de la insolidaridad. Y a veces ni eso. Nos pasa como con Ucrania y el misterio de un conflicto que ha pasado de ser colocado en primera página de las informaciones a ser sustituido por las medidas de los países para superar los precios altos del gas, la electricidad y las consecuencias de la inflación. Aunque no se hable tanto ni haya tantas imágenes, la guerra sigue, como siguen presentes y sufrientes las consecuencias del volcán de La Palma.

La sociedad de la información está tan saturada que tres días son suficientes para olvidar las tragedias. Duran lo que dura el interés mediático. Y, como decía el bueno de Lucio González Gorrín, en esto se ha de ser mastines de largo recorrido. «Más corre el galgo que el mastín; pero si el camino es largo, más corre el mastín que el galgo».

La solidaridad es de mastines, más que de galgos.

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