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Juan J. Pérez Piqueras

Argelia, nación soberana, y su desencuentro con España

Actualmente con la República de Argelia son notables las diferencias políticas y económicas tras el giro político sorpresivo de nuestro presidente del Gobierno Sr. Sánchez aceptando la política expansionista de Marruecos hacia el Sahara Occidental, en una carta enviada el pasado 14 de marzo al rey Mohamed VI. El contenido de ella no fue conocido en España hasta que Marruecos la hizo parcialmente pública, pasados unos días. Por cierto, el presidente Sánchez todavía no ha declarado ante el Congreso Nacional los motivos que le llevaron a ello, hecho que ha levantado múltiples hipótesis, nada positivo para el Reino de España. Y motivo principal del desencuentro actual con aquella República.

Es sabida la aspiración española de llegar a ser un hub (concentrador) en el mapa energético europeo con nuevas interconexiones a través de Francia, la más propia por la cercanía al centro de Europa. Sin embargo, el presidente francés Macron se ha opuesto a realizar tal proyecto, tema que en su día fue defendido por De Gaulle. En el año 2019 paralizó las conversaciones para la conexión del gasoducto MidCat, con salida de Barcelona hacia el Pirineo catalán, lo que hasta la fecha ha quedado inviable. A no ser que ceda ante la presión de Alemania y otros países centroeuropeos, lo que parece será así.

Tal aspiración viene de la capacidad de almacenaje de gas natural licuado (GNL) que recibimos principalmente de Argelia y otros países; y el envío del futuro hidrógeno verde que está en fase de investigación, que usado como combustible tendrá la ventaja de que libera energía sin producir gases contaminantes.

Hoy, España es el país europeo con mayor capacidad de regasificación: de las 22 plantas instaladas en el continente europeo, 7 se encuentran en territorio español.

Antes de entrar en detalles hay que tener en cuenta la nueva geopolítica bipolar que ha dividido al mundo, consecuencia de la guerra actual en Europa por la invasión de Ucrania del ejército ruso. Ello ha conducido a dos polos extremados: uno que asocia a China, Rusia y otros países musulmanes, y el otro a los EEUU y el Mundo Occidental, donde queda incluida la Unión Europea (UE). Son dos polos diferentes, opuestos, enfrentados ideológicamente, uno lo forman Estados democráticos de Derecho, dónde la soberanía nacional reside en el pueblo, del que emanan sus poderes; y el otro los antónimos, las autocracias y dictaduras, dónde las decisiones las adopta un rey o presidente. En esta situación, las relaciones entre países de uno y otro polo, el dominio de la energía desempeñará un papel muy importante. Y aquí Argelia es clave fundamental en el nuevo tablero internacional, que trataré más tarde.

Primero veamos Argelia, su idiosincrasia y posición actual entre los polos citados. Como vengo afirmando en escritos anteriores, el régimen argelino es singular, diferente al resto de naciones del Magreb. Tiene una característica que lo identifica: la existencia de una tricefalia política que interviene y pretende el poder, no siempre enfrentados. Existe un poder real detentado por el Ejército y sus Servicios de Inteligencia (DRS/CGSI), y otro, el formal, encarnado en la figura del presidente de la nación. Un tercer actor que también interviene, el partido político dominante desde la independencia, el Frente de Liberación Nacional (FLN). La pugna entre ellos por el control del Estado ha marcado la vida política de Argelia desde su independencia, el 5 de julio de 1962, hace ya 60 años y continúa con esta característica.

El presidente Buteflika, cesado en abril de 2019, fue capaz de dar una época de liderazgo cuando llegó al poder justo veinte años antes, en abril de 1999, pacificando el país que salía de la guerra civil (la Década Negra) y combatió con eficacia el terrorismo yihadista que asolaba toda Argelia, lo que tuvo relevancia internacional. E incluso llegó a tener entre sus manos todo el poder, a pesar de la singularidad que he señalado. Hoy, Argelia ha vuelto a sus principios, pues la presidencia de la república la tiene Abdelmajid Tebboune y el que ejerce el mando, el poder, es el General Jefe de Estado Mayor del Ejército Popular Nacional (EPN) Said Chengriha, desde el 23 de diciembre de 2019, tras luchas internas, purgas y encarcelamientos. Ha venido a ser una transición en toda regla del régimen argelino.

Y mientras esto ocurría, Argelia venía padeciendo un movimiento social de jóvenes, que nació en Argel en febrero de 2019, el Movimiento Hirak, con protestas en la calle reivindicando una democracia y terminar con el poder militar sobre el político, que fue eliminado, solucionado, consiguiendo la estabilidad política y social deseada. Por otra parte, si consideramos el encarecimiento de la energía gasística y el nuevo y reciente descubrimiento de un gran yacimiento, la convierte en el país de mayor producción energética en este continente. Todo ello la lleva a una total independencia de estos polos citados y ocupa, sin duda, una posición independiente. Podemos decir que hoy, Argelia, es una nación soberana.

Pero ¿qué posición puede jugar España tras el «giro político sorpresivo» de nuestro Presidente a favor de Marruecos y la ruptura de relaciones políticas y comerciales de Argelia?

Si hace cinco meses, tras este «giro político sorpresivo» citado, el Alto Representante de la UE Josep Borrell dijo que «esta nueva postura no contradice la fijada por la Unión, que apuesta por una solución acordada por ambas partes en el marco de las resoluciones de la ONU». «La posición de la UE sigue siendo la misma». Es decir, pleno apoyo y respeto a las resoluciones de la ONU.

Y hace unos días, en declaraciones a la TVE, Josep Borrell volvió a declarar lo mismo que hace meses. O sea, que tanto lo que defiende Marruecos como lo que defiende Argelia, se deberá decidir en un referéndum organizado por la ONU.

Estas declaraciones, que desdicen lo afirmado en la carta a Mohamed VI, junto a la presión ejercida por la UE, pudieran influir en las autoridades argelinas y aceptarlas en un futuro próximo. No es un problema de fácil solución.

Personalmente tengo declarado que estoy a favor del pueblo saharaui, al que conozco de cerca, confinado y humillado en los campamentos de Tinduf, pero no con el Polisario ni la RASD (su República), que inventaron y nunca fue reconocida por España. Y considero que la política de hechos consumados, alimentada por Trump/Biden, repito, no está contemplada en la dinámica del mundo occidental.

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