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ANÁLISIS

Ser (digital) o no ser

Para optimizar los beneficios que supone la economía digital hay que preguntarse primero qué actividades económicas son más fáciles de hacer

Un hombre navega por internet en imagen de archivo.

Las palabras del monólogo de Hamlet que titulan este artículo resumen la tensión que subyace entre la realidad y la voluntad del sector público y privado por mejorar los porcentajes de productividad y competitividad de las islas. Puede ser un atrevimiento para mejorar esta ratio sugerir el atajo de replicar lo que hacen otras regiones españolas donde la inversión en I+D+i privada ha superado a la pública. O proponer que se conozcan y se apliquen las investigaciones que avalan que las empresas que se trasladan a ciudades con aglomeraciones de científicos experimentan una mejora de su productividad que supera el incremento de los costos de producción. Son asignaturas pendientes que dependen solo de nosotros y que podrían ayudar a cambiar la dirección del crecimiento económico de las islas. No obstante, hay que subrayar la paradoja de que incluso con los intensos cambios tecnológicos que estamos viviendo, el conjunto de las economías más avanzadas también ha sufrido un retroceso en su productividad en las últimas dos décadas, con múltiples y complejos argumentos para explicarlo. Sin duda, a Canarias le puede resultar más difícil identificar y atacar este desafío por haber empezado desde más atrás y con menos opciones.

Las tecnologías digitales tienen la capacidad de reducir los costos de almacenamiento, capacidad de procesamiento y transmisión de datos. Nos ayudan a representar la información en bits, no en átomos, como ocurre con los sectores tradicionales. Todo esto ha creado oportunidades para extraer mayor valor de la información digital, que está omnipresente en todo lo que hacemos o tocamos. Como ha señalado recientemente la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial del Gobierno de España, en un proceso que no es coyuntural sino estructural, uno de los retos pendientes para mejorar la productividad es aumentar el porcentaje de sectores digitales al Productor Interior Bruto. A principios del siglo pasado las principales empresas estadounidenses trabajaban con acero, petróleo o caucho. En 1967 destacaban Kodak o General Motors. Pero en 2017, las cinco mayores empresas de Estados Unidos eran tecnológicas que todavía no existían a finales de la década de los sesenta. La revolución digital ha provocado una transformación estructural en la economía de la primera potencia mundial y su población ha dirigido masivamente su consumo a través de canales digitales. Esta digitalización no solo se ha manifestado a través de nuevos servicios digitales, sino con la transformación de mercados de bienes físicos. Este cambio dramático no ha encontrado un paralelismo en Europa ni en España.

Para optimizar los beneficios que supone la economía digital hay primero que preguntarse qué actividades económicas son más fáciles de hacer y en consecuencia, qué iniciativas deben adoptarse desde el plano político, económico y fiscal para que Canarias no pierda este tren al futuro. Hay tres consideraciones relevantes que están transformando silenciosamente nuestra economía: a) menores costos de búsqueda de información, con mayores facilidades en el entorno digital para encontrar y comparar información sobre transacciones económicas –el potencial de las plataformas de negocios online– ; b) la posibilidad de replicar bienes digitales a costo cero, permitiendo que puedan ser consumidos por una persona sin reducir la cantidad o la calidad disponible para otros individuos - por ejemplo, los desarrolladores en las islas que comparten código en abierto sin pago directo están enviando una señal al mercado sobre sus habilidades digitales, o las empresas que lo ofrecen abren la oportunidad de vender otros servicios premium complementarios a quienes lo utilicen; c) el cambio de peso que tiene la distancia geográfica en la medida que los costos de distribución para bienes o información digital son aproximadamente cero. Todo esto permite la participación activa en la economía global de individuos en zonas aisladas o empresas en territorios como el nuestro, facilitando también la difusión de conocimiento - que no del know-how, que no viaja y sí se encarece con la distancia. Hoy compramos música en Spotify, nos comunicamos a través de Facetime, leemos libros en Kindle, pedimos el almuerzo en Uber Eats y más pronto que tarde la telemedicina será una realidad con la cobertura 5G.

También debemos tener en cuenta que la digitalización no consiste simplemente en la mejora de la productividad añadiendo más ordenadores a la función de producción, ni en convertir documentos olvidados en ficheros digitales si no se hace precisamente para mejorar el rendimiento de la empresa. Las empresas digitales no solo deben tener datos que generen valor y la infraestructura necesaria para llevar a cabo esta transformación, sino contar con la experiencia humana que es necesaria para explotar correctamente estos activos. Infraestructura, big data y programación son los tres conceptos fundacionales de la revolución digital. No es suficiente sentar a un trabajador con su ordenador, aunque disponga del mejor acceso a banda ancha. Los empleados deben gestionar y analizar datos y la empresa debe participar de forma más ambiciosa en el proceso de digitalización económica en tanto que fenómeno en continua evolución. El beneficio puede ser puramente técnico - mejora de la productividad contratando programadores para que escriban código que automatice tareas manuales o catalogue de forma más eficiente la respuesta de los clientes – o bien explotando nuevas herramientas digitales que añadan valor añadido. Por ejemplo, el uso de analítica predictiva combinada con acumulación de capital físico (TICs), trabajadores formados o espacios de trabajo diseñados para obtener flujos de producción eficientes, podrían empujar al sector del plátano de Canarias a salir de su paleolítico digital y crear empleo de más calidad y actividades económicas innovadoras. La identificación de los nichos de negocio que existen entre las expectativas de los clientes y los resultados finales puede seguir transformando y modernizando la industria de servicios turísticos de las islas. En definitiva, las empresas canarias deben contribuir al cambio estructural más general que tiene el foco en el usuario enriqueciendo el perfil de sus bases de clientes.

Finalmente, un aspecto determinante es el papel tractor y facilitador de la administración. Sabemos por ejemplo que tecnologías digitales como inteligencia artificial (IA) o machine learning tienen el potencial de transformar el mundo. Es cierto que los datos que recogen las empresas conforman regularmente los procesos de innovación a través de IA. Sin embargo, son los estados o gobiernos quienes capturan las cantidades masivas de datos que necesitan estas tecnologías para desarrollarse. Por su posición preponderante en sectores relacionados con salud, seguridad pública, educación, o ciencia básica, el big data en estos ámbitos excede en magnitud y alcance el que pudiera disponer el sector privado. En el archipiélago, por la composición y orientación de nuestro tejido productivo y el fraccionamiento geográfico, esta circunstancia es mucho más evidente. Una fórmula común para que las empresas tecnológicas puedan acceder a datos de la administración que contengan un valor significativo es mediante la oferta de servicios. Es fundamental entender y propiciar que la innovación que está estimulada por los datos a los que tienen acceso las administraciones regionales o insulares pueda ir más allá del propio sector gubernamental. En la medida que esos datos o algoritmos puedan ser compartidos y se respeten las normas legales - privacidad o monopolio -, son útiles para llegar a mercados comerciales más amplios, o tan importante como eso, para que las empresas aprendan a gestionar y utilizar de forma productiva grandes bases de datos, que son un recurso fundamental para generar innovación comercial. La posición de liderazgo tecnológico de China a nivel mundial en inteligencia artificial no ha sido una casualidad. Ha sido el resultado de la preocupación de su gobierno por la vigilancia y la necesidad de mejora de las técnicas de reconocimiento facial, propiciando la firma de contratos o licitaciones que permitían el acceso a cantidades masivas de datos, y generando innovación comercial en software de inteligencia artificial altamente competitiva. Extrayendo lecciones, es vital que la administración regional convierta la economía del dato en una prioridad, mejorando las infraestructuras, incorporando personal cualificado y trabajando estrechamente con universidades, centros tecnológicos, industria, empresas y startups tecnológicas regionales para potenciar sus capacidades de I+D+i. La nueva incubadora de Alta Tecnología en Analítica de Datos e Inteligencia Artificial aplicada al entorno marino y marítimo que se lanza en Gran Canaria jugará un papel relevante en el fortalecimiento de la Economía Azul si sector privado y público vuelcan coordinadamente en ella sus recursos físicos y digitales. En definitiva, debe existir una estrategia conjunta con una visión clara.

El extraordinario éxito del cantante Quevedo sirve de reflexión final para este artículo. Es creatividad y talento canario que desde las islas ha entendido y explotado todo el potencial de las tecnologías digitales para aprender, crear, divulgar y comercializar un producto innovador a todo el mundo. Fue consciente, como otros músicos canarios, que la realidad física de las islas, nuestros átomos, no podía dar soporte a su ambicioso proyecto profesional. Pero ser digital no fue una opción, sino un punto de partida para crecer. Cuando le preguntan si piensa marcharse de las islas para seguir triunfando, le cuesta encontrar una respuesta que justifique por qué tendría que hacerlo. Saquemos conclusiones.

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