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Jorge Bethencourt

EL RECORTE

Jorge Bethencourt

La tubería rota

Los hechos físicos son evidencias que despiertan poca contestación. Si se rompe una tubería y empieza a perder agua, todo el mundo sabe que hay que cerrar la llave de paso y reparar el tubo. A nadie se le ocurre abrir más el grifo y aumentar la presión, para que aumente la cantidad de agua que se pierde por la rotura. Pero en la política el sentido común no funciona igual.

La inflación se ha comido el más del diez por ciento del salario de los trabajadores y de los ahorros de las familias. Para atajar la fuga por la que se está perdiendo riqueza solo cabe cerrar el grifo. El Banco Central Europeo ha aumentado los tipos de interés y lo volverá a hacer en breve plazo y algunos países europeos han comenzado a tomar medidas drásticas.

¿Qué estamos haciendo en España? Pues estamos en el debate para subir el salario mínimo unos cien euros al mes; los sindicatos se están movilizando para que aumente la masa salarial de los empleados públicos y se aplique la inflación a los convenios sectoriales y el Gobierno está obligado por ley a subir la inflación media en las pensiones. Todo esto, que es normal, en unos momentos de inflación equivale a abrir más el grifo en una tubería rota.

Todas las medidas que toma el Gobierno para aumentar el gasto público o la presión fiscal sobre las empresas y autónomos es más madera que se arroja a las llamas de una inflación galopante. El encarecimiento de la producción se traslada siempre a los productos. Si suben los salarios, los impuestos o los costes de la energía, los precios de los bienes y servicios subirán. El agua de más que pones en la tubería supone más agua que sale a chorros por el agujero del IPC, que se va haciendo cada vez más grande.

La inflación solo se puede combatir con sacrificios económicos. Con un gobierno austero en el gasto y en la recaudación. Con empresas que mantengan sus precios en el mercado. Y con un doloroso frenazo sobre en crecimientos salariales. Pero eso, en este país, no va a pasar. En este asfixiante clima electoral nadie está dispuesto a gestionar un periodo de sangre, sudor y lágrimas. Ni lo harán los que gobiernan, ni lo harían los de la oposición. El populismo siempre abre la llave de paso. Agua que no has de beber, déjala correr, dice la frase. Lo que no dice es que aunque no la bebamos vamos a pagarla.

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