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Francisco Pomares

No mientan, no mientan...

Noemí Santana protagonizó ayer otro soberbio patinazo en la comisión parlamentaria de Derechos Sociales. La consejera intervino muy airadamente para explicar que «Canarias es la comunidad autónoma española en la que porcentualmente se han producido menos bajas en solicitudes de dependencia como resultado del fallecimiento de quienes están a la espera». Estaba tan enfadada, que mirando a los diputados en general (y muy en concreto a la diputada que se ha convertido en su némesis), dijo «No mientan, no mientan».

La verdad es que nadie le estaba mintiendo: en los siete primeros meses de este año, según datos del Ministerio de Derechos Sociales, que dirige la también podemita Ione Belarra, en Canarias murieron 4.233 personas esperando una respuesta a su solicitud de atención por dependencia, alrededor de veinte personas diarias durante ese período. Una cifra que debería producir pavor y vértigo a los responsables de la Consejería, las señoras Santana y Arocha, y poner en marcha de una vez por todas los mecanismos que permitan que esa situación cambie. En vez de eso, la Consejería optó por una campaña enloquecida de reducción de las listas de espera sacando de ellas a los solicitantes a cambio de pagarles prestaciones económicas. De este modo, se reduce la lista de espera no cuando se hacen efectivos los servicios reconocidos en el Plan Invidualizado de Atención, sino cuando se abona un pago a las familias del dependiente, aunque queden sin cubrir servicios o prestaciones a las que tiene derecho y ya no disfrutará.

El sistema permitió a Santana el pasado mes de junio alardear en el Parlamento de que los datos de la dependencia en Canarias, en lo que iba de año, estaban siendo «buenísimos». «Del vagón de cola a la cabeza... algo estaremos haciendo bien», dijo entonces Santana. Y lo que estaban haciendo bien era trucar las listas de espera: a pesar del jolgorio, Canarias sigue a 17 puntos de la media nacional en resoluciones de grado, y el 83 por ciento de quienes han dejado las listas de espera, saliendo del llamado ‘limbo de la dependencia’, es porque a sus familiares se les abonó una paga. ¡Inferior a los 400 euros! Esa prestación económica establecida sólo para cuidados en el entorno familiar y para apoyar a cuidadores no profesionales se puede reconocer, de acuerdo con la ley, cuando el beneficiario haya sido atendido por un cuidador no profesional, su pareja o algún pariente y lo haya hecho durante al menos el año previo a la presentación de la solicitud. La filosofía de la ley es la de no abusar de esa fórmula, que puede prestarse a abusos, genera desgaste en las familias y los cuidadores, muchas veces no mejora la situación de las personas dependientes, y además no contribuye que haya más profesionales.

Lo que ha pasado es que el formato se ha aplicado con más generosidad que nunca en los últimos meses, y se han dado de baja de las listas centenares de personas, a cambio de cuatro cuartos cobrados por algún familiar. Eso y los muertos esperando es lo que ha hecho bajar las listas de espera, y es también por lo que perdió ayer los nervios Noemí Santana en la comisión: «no mientan, no mientan».

Y la única que estaba mintiendo era ella, es muy probable que por pura ignorancia y desconocimiento de lo que decía, porque la consejera es más creativa que escrupulosa a la hora de manejar datos. Se lo demostró la diputada Espino, solo recordando algunas de las regiones españolas donde el porcentaje de personas fallecidas es porcentualmente muy inferior al 74 por ciento de Canarias: Murcia un 50 por ciento, por ejemplo, o La Rioja un nueve por ciento.

Pillada en falta, Noemí Santana reaccionó negando lo que acababa de decir. Explicó muy colorada que ella no había dicho que Canarias es la región donde menos gente muere esperando –falso de toda falsedad– sino que Canarias estaba por debajo de la media. La consejera debería preparar más y mejor sus intervenciones parlamentarias. No se puede acudir a la Cámara a decir lo primero que se te ocurre. En política no basta con afirmar que las cosas son como uno cree que deberían ser. Y mucho menos acusar a los demás de mentir. Y dejar que te pillen in fraganti mintiendo tú.

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