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Rafa Muñoz Abad

Los barcos del hambre

El pasado 3 de agosto el bulkcarrier Razoni, con pabellón de Sierra Leona, se convertía en el primer buque cargado de cereal en dejar Ucrania y navegar hacia el Bósforo bajo salvoconducto de Naciones Unidas, y también con la incertidumbre de si un misil antibuque ruso lo echaría a pique, y con ello se abortarían los siguientes fletes del cereal.

El cuello de botella del Bósforo regula el tráfico de buques entre el mar Negro y el Mediterráneo, pero también es la angosta salida al mar de Rusia y el trigo ucraniano del que dependen muchas bocas en el Sahel y Cuerno de África. Turquía se ha convertido en un actor clave, pues monitoriza el tráfico marítimo entre el mar Negro y el Mediterráneo, y también la salida a mar abierto de la flota rusa en plena crisis internacional.

El valor estratégico del granero ucraniano quedó en liza desde la Segunda Guerra Mundial y así lo entendió la Alemania nazi. Ucrania ha sido la mayor pérdida económica, también emocional, de la desintegración de la vieja URSS, y lo ha sido por su benigno clima estival para la producción de grano industrial. Buena parte del pan que hoy consumimos tiene su origen en las cosechas ucranianas. La guerra y el bloqueo naval ruso, ilegal según la obsoleta declaración de París de 1856, pues no hay declaración de estado de guerra previo, ha hecho revivir viejos fantasmas como la guerra de los petroleros en el conflicto irano-iraquí de los años ochenta, que puso en jaque el suministro de petróleo y el precio de los fletes, trasladándose de inmediato al bolsillo del consumidor.

Las plataformas online que monitorizan el tráfico de buques de manera actualizada muestran como los puertos ucranianos al sur de Odessa, que reciben por transporte fluvial el grano para ser embarcado en buques mayores, cuyos destinos son Europa occidental, pero también Dakar, como gran puerto de entrada al Sahel, y otros del mar rojo para su redistribución regional, revelan como el tráfico parece haberse desviado a los puertos rumanos, y con ello el cereal por carretera para ser embarcado con mayor seguridad. También, como los graneleros que dejan Odesa, navegan en aguas internacionales agrupados en convoyes hacia el Bósforo. Un tenso episodio marítimo que, de interrumpirse, producto de una escalada bélica, supondría ya no un incremento del precio de los fletes del cereal, sino la antesala de una hambruna en África oriental y la franja del Sahel, que lleva ya tiempo cocinándose con la ayuda de una sequía de proporciones bíblicas.

La dependencia del suministro de grano es particularmente delicada en el Cuerno de África, donde el Programa Mundial para la Alimentación (WFP) de Naciones Unidas, condiciona la llegada del trigo ucraniano como condición sine qua non para evitar un cataclismo alimenticio en la región. El puerto de Djibouti, bajo influencia francesa, como único destino seguro [en la región] para la descarga del grano, se ha tornado en un enclave fundamental para la posterior redistribución regional de la base de la alimentación en África oriental, que no es otra sino el cereal. La situación es meridiana, si el grano no fluye de Ucrania hacia sus destinos, la primera derivada es un incremento de precios que beneficiaría a terceros exportadores, caso de Argentina, Australia, y EE. UU, pero la consecuencia más grave sería una hambruna desde Mali a Somalia a las puertas del invierno. Y es que si hay alguien especialmente vulnerable al desabastecimiento del cereal ucraniano es el continente africano al norte del ecuador.

La franja desértica del Sahel se estira desde Mauritania hasta la costa del mar rojo en Sudán, dependiendo básicamente del puerto de Dakar, y Port Sudan, ya que el factor libio es incierto por el estado interno de desgobierno, para el suministro de grano a Mali, Níger, y Chad, puesto que Egipto está muy al norte y tiene una alta demanda interna de trigo. Así, los estados africanos cerrados al mar dependen en buena medida de estos puertos, y de la continua llegada de los buques cargados de cereal para mantener la delicada cadena de suministro alimenticio a regiones a miles de kilómetros del puerto de desembarco. El otro factor que amenaza la alimentación es la inseguridad, a manos de milicias integristas, que usan el grano como medio de hacerse localmente fuertes.

Por otra parte, a Moscú, en plena expansión de sus intereses geoestratégicos en África, no le interesa una mala prensa que la señale como culpable directa de una hambruna regional por bloquear la salida del cereal ucraniano. Rusia releva a Francia en lugares tan estratégicos como Malí, y su presencia se afianza en Libia, Mozambique, Sudán, o la caótica República Centroafricana y sus minas de diamantes; y lo hace ofreciendo asistencia militar y tecnológica a cambio de ganar influencia en la zona, y evidentemente también materias primas. Todo ello, sin inmiscuirse en los asuntos internos de los africanos, y las obsesiones democráticas de Bruselas para con las excolonias europeas.

@Springbok1973

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