eldia.es

eldia.es

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Rábago

Una derrota en Ucrania sería inaceptable para Putin

A la hora de analizar el posible desenlace de la guerra de Ucrania, hay que partir de la premisa de que una eventual derrota en el país invadido es inaceptable para Putin.

Y lo es tanto por prestigio nacional –hay sectores de la política y la cultura rusas que falsamente consideran a Ucrania una nación sin historia y cuya lengua es solo un dialecto del ruso– como, y esto es igualmente importante, por razones estratégicas.

Un ingreso de Ucrania en la Alianza Atlántica, posibilidad en la que confiaba el Gobierno de Kiev, animado en ello por Washington, significaría la presencia de un Ejército potencialmente enemigo a solo 300 kilómetros de Volgogrado.

A lo que se sumaría una flota hostil que podría tener un día su base en Sebastopol, que es actualmente, conviene no olvidarlo, la de la Flota del Mar Negro de la Armada rusa.

De no producirse elementos imprevistos como podría ser un golpe palaciego contra el presidente ruso o la más que improbable implicación directa de la OTAN, Rusia no parece dispuesta a ceder.

El país de Vladimir Putin parece haber optado finalmente por una guerra de desgaste frente a Ucrania, y en ese terreno tiene sin duda ciertas ventajas.

Hasta ahora el Kremlin no ha tenido que recurrir a una movilización general aunque Vladimir Putin haya decretado un próximo aumento del personal de sus Fuerzas Armadas.

El territorio ruso no ha sufrido el impacto de la guerra y lo mismo cabe decir de sus líneas de comunicación y su capacidad de producción: esta última dentro, por supuesto, de los límites impuestos por las duras sanciones de Occidente.

Por el contrario, Ucrania va ya por su cuarta movilización, como señala el historiador italiano Francesco Dall’Aglia, del Instituto de Estudios Históricos de la Academia de Ciencias de Sofía.

Su economía se ha visto destrozada y sus infraestructuras, incluidas las líneas de producción y las logísticas, han sufrido enormes daños tanto en hombres como en personal, lo que permite al enemigo llevar la iniciativa estratégica.

No reconocer esa realidad es hacerse falsas ilusiones sobre la capacidad de resistencia ucraniana a largo plazo, por extraordinaria que se haya mostrado hasta ahora frente al invasor.

La cuestión es sobre todo saber si Rusia se va a contentar con los territorios hasta ahora ocupados o intentará bloquear totalmente el acceso de Ucrania al mar Negro, lo cual sería económicamente catastrófico para Ucrania.

Dall’Aglia cree que las operaciones militares rusas en torno a Kiev tenían como objetivo sobre todo desviar hacia allí a las fuerzas de resistencia ucranianas para poder centrarse en lo que realmente interesaba, que es el este y el sur de Ucrania.

En eso difiere, sin embargo, de la mayoría de los analistas militares, que creen que, en su delirio antiucraniano, Putin quiso llevar a cabo una guerra relámpago para sustituir al Gobierno de Volodímir Zelenski por otro prorruso y que solo al fracasar en ese intento, optó por volcar todos sus esfuerzos en la región del Donbás.

Rusia es ciertamente un Estado autoritario, y la propaganda del Kremlin se ha demostrado hasta ahora eficaz para concitar el apoyo mayoritario de sus ciudadanos a lo que allí llaman engañosamente «una operación especial».

Pero ¿puede continuar sine die la masiva ayuda militar y económica de Occidente, de la que depende ahora Ucrania para proseguir su resistencia frente a un invasor superior en todo menos en moral de combate?

La solidaridad de los europeos con el país invadido podría empezar pronto a dar signos de agotamiento. Las consecuencias económicas negativas de la guerra hacen ya mella en los ciudadanos, y esto no puede dejar de tener efecto en la política.

Compartir el artículo

stats