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editorial

Anfitriones proactivos ante las cumbres que vienen

La reciente muerte del líder de la perestroika Mijail Gorbachov nos devuelve a la actualidad imágenes históricas de sus vacaciones con su esposa Raisa en Lanzarote en 1992. Una estancia en el complejo de La Mareta, que, a tenor de la compenetración entre invitados y anfitriones, constituyó un éxito tanto a efectos de hospitalidad como de reconocimiento de España a los cambios vertiginosos que se producían en Rusia. El acontecimiento, seña de identidad de un mundo que cambiaba, merece una reflexión sobre la oportunidad geopolítica de Canarias y la renta de situación que le procura su paisaje y clima, pero también su lugar geográfico camino de Europa, África y América.

Este mensaje que emana de un territorio estratégico, inmerso en la unidad política de la UE, estará presente los próximos meses con tres cumbres de alto rango a celebrar entre Gran Canaria y Tenerife: la Conferencia Ministerial de Economía Digital promovida por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE); la reunión ministerial de salud con motivo de la Presidencia Española de la UE durante el segundo semestre del próximo año, y finalmente una conferencia ministerial de Regiones Ultraperiféricas.

Las convocatorias, todas ellas de alto nivel, ponen en valor el carácter insular del Archipiélago frente al continente, con unas peculiaridades fiscales en el marco comunitario que deben estar en permanente consideración, especialmente ahora que la UE sufre las consecuencias de la invasión de Ucrania por Rusia. Canarias merece de un conocimiento exhaustivo, que, por desgracia, no forma parte del bagaje de algunos escalafones funcionariales ni de determinados estamentos de Bruselas.

La presencia en las Islas Canarias de ministros y comisarios europeos tiene que ir pareja a un comportamiento proactivo de los políticos regionales, que deben priorizar entre sus funciones la de hacer magisterio sobre los obstáculos de la insularidad. No basta con hacerlos pisar el suelo de las grandes capitales o de las zonas turísticas, sino es necesario que perciban los matices o diferencias en el crecimiento.

Todavía existe por desconocimiento la tendencia a unificar criterios sin tomar en cuenta la convivencia en una misma isla de sensibilidades distintas: urbanas y rurales, zonas pobladas y despobladas, turismo masivo y ecológico, economía agrícola y sector servicios... Variantes todas ellas que no resultan de fácil asimilación y que requieren de un esfuerzo pedagógico fundamental e intensivo, pues constituye ahora mismo el cimiento para cualquier planificación, ya sea desde Madrid o Bruselas, dirigida al rescate pospandémico de una comunidad que funciona con parámetros absolutamente ajenos a los de la Península.

La celebración a principios de los 90 del pasado siglo de la Cumbre Hispano-alemana en Lanzarote, con Felipe González y Helmut Khol, supuso para el segundo un acercamiento extraordinario a las situaciones desiguales en el seno de la Unión Europea, reflejadas de manera singular en la isla de César Manrique. De la mano del presidente socialista, el estadista germano conoció de cerca el esfuerzo realizado por los agricultores lanzaroteños para hacer productivo el terreno volcánico. Después de agotadores excursiones, allí cuajó la Europa de las dos velocidades, el cada vez más cercado espíritu de solidaridad entre los Estados miembros.

El Archipiélago ha sido motivo de atenciones extraordinarias, como ha sucedido con las convocatoria de consejos de ministros. Una tradición que inauguró en los albores de la democracia española el presidente Adolfo Suárez, que a finales de los 70 celebró en el Palacio de Moncloa una reunión monográfica sobre Canarias y que se tradujo en un importante plan de inversiones. Aznar y Zapatero, aunque in situ, siguieron el ejemplo, mientras que Sánchez ha cortado distancias con un aumento de las visitas a La Palma tras la erupción volcánica. Sus vacaciones en La Mareta entran en el capítulo de su vida privada, si bien se entiende que son enriquecedoras para el conocimiento de las Islas.

El aislamiento del Archipiélago de Madrid o Bruselas se ha recortado o al menos existe voluntad política para que así sea. Pero es necesario subrayar que no siempre la celebración de una cumbre o cualquier otra reunión de alto rango equivale a un mayor conocimiento. Hace falta romper esquemas protocolarios y establecer lazos de influencia que vayan más allá de la agenda oficial. Las convocatorias para el año en curso y para el siguiente ofrecen una oportunidad única para conjuntar atractivos, sin obviar la alta tasa de paro que afecta a la población juvenil, por citar solo uno de los males.

La autonomía canaria no puede exhibir su mejor cara y esconder la amenaza que supone para su integridad una migración carente de ayuda humanitaria, frente a la que la UE debe ofrecer todos los medios para evitar tragedias. Tampoco puede quedar al margen de las conversaciones de España con Marruecos dada su condición fronteriza. Ambas son cuestiones inaplazables, trascendentales para entender que la atención profunda al Archipiélago canario no debe depender del voto que da estabilidad a un ejecutivo o de un gesto elec- toral.

Las debilidades que confluyen en la realidad sociopolítica y económica de las Islas tienen un escenario favorable con el calendario de cumbres previsto, una expectativa que para colmarse dependerá del carácter proactivo, insistimos, de los anfitriones. Pero no es lo único. Canarias necesita cada vez más un modelo de interlocución fluida con el Estado, en sintonía con su carácter periférico e insular, con unas connotaciones que no posee ningún otro territorio peninsular y ante las que aún hay desconocimientos que acaban en conatos, pero también en incendios a los que solo es posible atacar con horas de diálogo. Un desgaste que se evitaría con una comunicación abierta, sin cautelas o criterios preconcebidos.

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