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Joaquín Rábago

La guerra de Ucrania y la geopolítica

Se habla y escribe mucho de geopolítica estos días, al menos en los análisis más profundos de la prensa internacional sobre la respuesta que está dando la OTAN a la invasión rusa de Ucrania.

Sostienen los más críticos que Washington busca separar económicamente a Europa del grueso de la masa euroasiática, importante fuente de recursos naturales (Rusia) y fábrica del mundo (China), dos países en los que la OTAN ve ahora solo amenazas estratégicas.

No pretende por supuesto EEUU perjudicar a Europa restándole competitividad –¿cómo iban a quererlo?– sino castigar a Rusia, pero no se puede hacer abstracción de las calamitosas consecuencias económicas –espectacular aumento del gas, inflación galopante– que todo ello tiene para los ciudadanos europeos.

Se trata pues últimamente mucho de geopolítica y se desempolvan, por ejemplo, las viejas teorías del geógrafo británico Halford Mackinder (1861-1947) y del politólogo estadounidense Nicholas John Spykman (1893-1943).

Señalaba el primero la importancia que tiene para cualquier superpotencia controlar la gran masa continental, lo que él llamaba el «heartland», traducido a veces como «área pivote» o «isla mundial».

Su teoría sostiene que esa masa continental tiene ventajas frente al dominio marítimo por su inaccesibilidad por mar, la fácil explotación de sus recursos y el aprovechamiento de los rápidos medios de comunicación.

La «isla mundial» está integrada fundamentalmente por Ucrania, Rusia con Siberia y el Asia Central, y quien consiguiera dominarla podría convertirse, según Mackinder, en una superpotencia mundial.

Frente a esa teoría está la del que fue profesor de relaciones internacionales de la universidad de Yale (EEUU), Nicholas John Spykman, quien criticó a Mackinder por exagerar la importancia estratégica del «heartland» por su enorme extensión, su centralidad geográfica y la supremacía del poder terrestre frente al marítimo.

En la opinión del primero, Rusia no podría convertirse en la gran potencia que auguraba Mackinder en atención a su tamaño y a su abundancia en hidrocarburos y otros recursos naturales.

Más importante que el corazón de Eurasia eran para él lo que llamó «rimland», las tierras litorales: las costas islas e istmos situados en los contornos de la masa terrestre euroasiática y donde vive la mayor parte de la población mundial y se concentra el grueso de la producción industrial.

Europa, la península arábiga, las costas chinas y el archipiélago del Japón son parte de esa especie de anillo territorial del que habla Spykman.

Según este politólogo, no dominará el mundo quien controle el «área pivote», como creía Mackinder, sino aquel que sea capaz de cercar esa masa de tierra, como hizo Estados Unidos durante la Guerra Fría y como pretende aún hoy con su enorme anillo de bases militares en los distintos mares.

¿No son también, por otro lado, consideraciones geopolíticas las que parecen inspirar los últimos movimientos estratégicos tanto de la OTAN como de Rusia en torno a Ucrania?

Así, vemos cómo, al establecer su dominio sobre la región de mayoría étnica rusa del Donbás y la región de Jersón, la Federación Rusa intenta impedir al país invadido todo acceso al mar Negro.

Y la respuesta de Occidente es aumentar, a su vez, la presión sobre Rusia tanto en el Báltico como en la zona del Ártico con el ingreso en la OTAN de dos países hasta ahora neutrales: Finlandia y Suecia. La geopolítica vuelve a estar de moda.

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