eldia.es

eldia.es

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Francisco Pomares

Silencio, complicidad, aceptación…

¿Hemos derrotado el Covid? La verdad es que ni de lejos. Lo que hemos hecho ha sido acostumbrarnos, dejar de hablar de él, y –sobre todo– de las muertes que provoca. Pero la semana pasada el virus mató a más de 3.000 personas solo en Europa, alrededor de 9.000 en todo el mundo. No es una cifra para despreocuparse: suponiendo que se mantengan cifras medias parecidas a lo largo de todo lo que nos queda de año este año, que ha visto una séptima ola especialmente dañina, y que apunta un endurecimiento de la situación en otoño e invierno, 2022 podría cerrarse con medio millón de muertos por Covid.

No se habla de ello, pero el Covid no está ni de lejos vencido. Sí es cierto que mata de una forma menos intensa, pero mata. Es también cierto que la mayor parte de quienes mueren tienen ahora más de 69 años, y que –si los datos que aportan los informes sanitarios son ciertos– la mayor parte de quienes se contagian en España –más de la mitad– son mayores de 69 años, y casi todos los que pierden la vida son personas mayores que sufren de patologías previas o que no se han vacunado o no han completado la vacunación. Un consuelo este de que sean otros más viejos o más débiles o más tontos los que se mueran.

Canarias se felicita por el presunto cierre del mes de agosto con solo 230 contagios en mayores de 60 años, que se considera la cifra más baja desde el inicio de esa nueva forma de vigilancia de la pandemia, establecida en primavera, y que algunos han dado en denominar la gripalización –perturbador neologismo– de la Covid. Presumimos de tener solo ocho pacientes en UCI en estos momentos en todas las islas, pero –con ocho muertos en los últimos cuatro días– se nos olvida decir que si no hay más gente en las UCI es por dos motivos y ninguno es para tirar voladores. El primero es que son muchos los que se están muriendo y dejan las camas libres. Y el segundo es que hemos vuelto a cambiar el sistema de cómputo de lo que es un enfermo crítico de Covid: desde el 12 de agosto, sin explicación ni propaganda alguna, Canarias solo cuenta como camas ocupadas por pacientes con Covid las de enfermos que sufren neumonía o infección respiratoria aguda, o patologías que se considere debidas a infección por Covid. Así, todos los que mueren lo hacen por «patologías previas», porque pasan a ser considerados enfermos de Covid cuando las tienen. Además, esa decisión canaria de contar de otra manera hace que nuestras cifras no coincidan con las del Ministerio: aquí contamos solo 123 personas ingresadas en los hospitales, y el Ministerio cuenta 236. Aquí decimos que son ocho los críticos por Covid que purgan su espera en UCI, y el Ministerio nos dice que son el doble…

No quiero ser alarmista, ni ser pesimista, ni ser exagerado… pero todo este silencio resignado, esta complicidad ante la falta de información, responde a la aceptación de la muerte como algo inevitable que solo afecta a otros, es como acostumbrarnos a las cifras de decesos, como un cambio sicólogico que consiste en estar más preocupados por otras cosas (y las hay a montones para estar preocupados). Pero la resignación no es siempre una virtud, y en esto no lo es: no debería impedirnos razonar sobre los hechos y las cifras.

¿Deberíamos estar contentos de que las cifras de ocupación de agosto sean mejores que las de julio? Yo creo que a estas alturas, con la desinformación permanente con la que nos obsequian las autoridades sanitarias, y el desinterés informativo por el Covid –ya no es una prioridad de los medios, es un asunto que ha dejado de interesar a las mayorías–, lo que hay que contar para intentar entender cuál es la situación real en la que estamos son las personas que mueren. Y desde que aceptamos comportarnos alegremente como si este virus asesino fuera un simple virus de gripe –a principios de abril– en Canarias han muerto más de 400 personas.

400 personas es mucha gente. Muchísima gente.

Y ese es el hecho.

Compartir el artículo

stats