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Francisco Pomares

¿Ecotasa o tasa de pernoctación?

La consejera de Derechos Sociales publicó ayer un artículo en el que reclama la implantación de la ecotasa en Canarias, aunque lo hace desde una presentación que resulta bastante confusa. En su discurso de investidura, el presidente Torres anunció que habría ecotasa en esta legislatura, pero luego llegó el comandante covid y mandó a parar. Desde entonces, la consejería de Turismo del Gobierno del que forma parte Noemí Santana, se ha opuesto radicalmente a implantar la medida.

Por si hubiera dudas, comparto con la consejera la necesidad de debatir la oportunidad de crear una ecotasa o una tasa de pernoctación (la consejera no las diferencia), y comparto también con ella que es falaz la idea de que su implantación afectará negativamente la pujanza futura del sector. Después de dos años largos de ayudas importantes al turismo para que sus empresas sobrevivieran al confinamiento y la pandemia, sostener que la ecotasa reducirá sensiblemente el número de visitantes es falso: no ha ocurrido en ninguno de los destinos donde se han implantado tasas por pernoctación. Pero también es radicalmente falso que lo que se recaude vaya a solucionar los problemas del país o del sector: en la hipótesis más optimista estamos hablando de menos de 200 millones de euros al año, y no parece que con eso vayamos a solucionar todos los problemas. Y además… ¿tenemos claro qué problemas son los que hay que resolver?

Básicamente, lo que se pretende cuando se habla de ecotasas es cobrar a los turistas por pernoctación, para luego dedicar esos recursos a medidas medioambientales o de fomento de la sostenibilidad. Si se emplearan 200 millones en promover acciones de la agenda verde, sin duda se notaría. Pero no es eso lo que se hace en la mayoría de los países, regiones y ciudades en que se aplica lo que Santana denomina ecotasa. En la mayoría lo que se hace es cargar a los turistas con un pequeño esfuerzo fiscal, y eso no genera gran rechazo, porque la mayoría de los viajeros europeos y occidentales están acostumbrados, dado que ya se aplica la medida en las grandes capitales europeas, y en EEUU existen tasas de entrada al país y de pernoctación. Se trata de medidas en apoyo a la recaudación municipal, no son de carácter ecológico en la mayoría de los casos. Y si sólo se trata de aumentar la fiscalidad a los visitantes, estamos ante un debate eminentemente fiscal. Si se trata de crear una tasa ecológica, estamos hablando de algo distinto. La consejera Santana escribe que la ecotasa «es una necesidad que no podemos seguir dilatando por más tiempo», y que servirá para revertir tendencias como la que reflejan las imágenes de «turistas bañándose en los Jameos del Agua, influencers buscando selfies o circulando con su bicicleta de montaña por espacios naturales protegidos, o grafitis en medio del patrimonio cultural y los yacimientos». Yo creo que eso lo soluciona más policía y más control de accesos, no la tasa. También cree la consejera que la ecotasa podría servir para controlar la llegada masiva de turistas a las islas o el deficiente reparto de la riqueza que genera el turismo, responsable al parecer de que tengamos los peores datos de justicia social redistributiva de toda España. Pero la consejera se equivoca: con la ecotasa no se van a resolver los problemas de esta región, ni siquiera los del sector. Sí podría ser destinada a apoyar el esfuerzo que hay que hacer para reducir el impacto de la industria alojativa en el deterioro del medio, para invertir en renovables o para mejorar la depuración de aguas y el reciclado en las zonas turísticas. Si va a servir para eso, adelante.

Pero hay que andarse con ojo: los Gobiernos recaudan impuestos o cobran tasas por servicios que no prestan, y luego se lo gastan en lo que quieren. La modélica ecotasa balear, reimplantada por el Gobierno de Francina Armengol, sirvió para incorporar en la financiación de 2020, antes de que supiera del covid, cuestiones como la ampliación del metro de Mallorca, la construcción de vivienda pública o de centros de Formación Profesional. No digo yo que no sean cuestiones muy necesarias, pero no parecen acciones destinadas a reducir el impacto medioambiental del turismo, que es para lo que se creó la ecotasa balear. Cuando se trata de los dineros ajenos, hay que ser un poco más serio.

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