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Gobiernos, verano y mucho más

Gobernar nuestro verano

Me gusta decir que es difícil aceptar que un gobernante esté de vacaciones. Realmente, la frase que se usa y leemos en esos titulares periodísticos del tipo «El presidente suspendió sus vacaciones y regresó a su despacho»; no es lo más acertado desde el punto de vista de la percepción que genera, y del posicionamiento de su Marca ante la ciudadanía. El cargo público acompañaba a su familia, que sí estaba de vacaciones.

Delegar es importante y necesario, aunque la responsabilidad nunca podemos delegarla en otros. Un servidor público está entregado permanentemente, en modo 24/7. Si su sentimiento es de servicio público y muy emocional, no podremos darle vacaciones a esa forma de sentir, o ¿acaso le damos vacaciones a nuestras pasiones? Ese es el coste de los políticos valientes… Por ello las candidaturas y el disfrute del poder tiene sus tiempos. La erótica del poder desaparece cuando la convertimos en rutina. Dejamos de conectar porque cambian y regularizamos las ilusiones que, inconscientemente, convertimos en cargas. Descansemos, si, pero de otra manera; compartiéndolo y viviéndolo con la ciudadanía de un modo diferente, sin perder nuestra identidad.

Hay que disfrutar, bailar, reír, desconectar; y, a la vez, no perder la conexión. Contemporizar con la situación que vive la ciudadanía, la situación económica, las necesidades por regiones, municipios, provincias condicionará estratégicamente nuestra decisión a la hora de diseñar unas vacaciones y un disfrute coherente con nuestra Marca; y con esos valores que desprendemos en nuestro despliegue público.

A mi manera…

Me salgo de mis temas políticos habituales para volver a la vida, a las emociones, al amor y a las pasiones.

La vida nos cambia a gran velocidad, casi sin darnos cuenta. Nos enseñan que apenas podemos equivocarnos, entendiendo que el fracaso es el peor de los resultados; cuando lo cierto es que el fracaso es más una sensación que una realidad, normalmente es la percepción que alguien tiene de cómo tendrían que haber salido las cosas.

Nos educan para acertar, para el triunfo, para las emociones positivas; eso nos impide ser conscientes de que equivocarnos forma parte del éxito. Que nuestra fortaleza viene después de haber experimentado, y que es necesario saber desprendernos; que no somos de nadie, ni nos debemos a nadie, solo a nosotros mismos, y que juzgar solo es misión de los tribunales. Que uno puede llorar o no llorar, y no pasa absolutamente nada. Que hablar y no sentirse solo debe de convertirse en una tarea deliciosa. Que las personas no se van, que permanecen entre nosotros porque en algún momento nos pertenecieron sentimentalmente. Y que durante ese preciso momento compartido fuimos parte de un recuerdo, de un regalo que nunca va a desaparecer. Y que contribuimos a lo que fue y a lo que somos hoy. Que es un privilegio ese tiempo juntos. Y que como me decía mi abuela de pequeña al despedirnos de alguien, «¿por qué le dices hasta luego, has quedado para verla después?», y yo siempre le respondía que no me gusta decir adiós, nunca lo hago. El hasta luego representa la intención de mantener una conexión y un vínculo duradero.

¡Que somos unos valientes!

Me encanta esta canción de Merche, ese maravilloso aire gaditano…

«Que somos unos valientes, vencemos los miedos, miramos de frente.

Y tropezamos a veces, y sigan los sueños, nada nos detiene.

Yo quiero ser igual que tú, valiente.

Y es que los únicos que no tienen miedo, lo que son es imprudentes».

Ese mundo interior que todos poseemos es un misterio, incluso para nosotros mismos. Romper el bucle de nuestros pensamientos negativos es una tarea diaria, así como ir cerrando capítulos, otro de nuestros objetivos para anotar en la agenda.

Relativicemos y aceptemos cierto fracaso cómo posible; en Estados Unidos, en las entrevistas de selección se pregunta regularmente por los fracasos y no tanto por los éxitos. Entrenemos la gestión de nuestras emociones en esos momentos; será la única manera de progresar y de ser capaces de enfrentarnos a situaciones difíciles. Que nos resbale la atribución personal y centrémonos en los hechos y las acciones; eso nos hará disculpar lo ocurrido con mayor facilidad; nadie es o deja de ser sino que más bien es lo que hace lo que debemos de interpretar.

Si dirigimos a personas y educamos a futuros adultos felices, eliminemos el «tú eres así o de otra manera», y ofrezcamos feedback sobre lo que hace. Es mucho más sencillo y asertivo.

Dejemos espacio a la improvisación y, más que controlar, gestionemos. Seamos a nuestra manera y vivamos y, sobre todo, hagamos sentir especiales a esas personas que nos rodean.

Y siguen los sueños…

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