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Joaquín Rábago

La guerra es un asunto muy sucio

Sí, la guerra es un asunto muy sucio que genera odio, pérdida de vidas, destrucción. Y que sólo beneficia a los fabricantes de armas, los especuladores y, últimamente también, a las empresas de seguridad privadas.

Empresas de mercenarios como la estadounidense Blackwater, contratada en su día por la CIA para eliminar a Osama Bin Laden, y encargada de las misiones más sucias en las guerras de la superpotencia como las de Irak y Afganistán.

O la más misteriosa que se conoce como grupo Wagner, supuestamente propiedad del oligarca ruso Yevguéni Prigozhin y que permite a Moscú ocultar a la opinión pública rusa, como ocurre en Ucrania, el número de bajas de sus intervenciones militares.

El semanario alemán Der Spiegel dedica en su último número un amplio reportaje a ese ejército privado y al empresario al frente, un hombre vinculado estrechamente al presidente ruso y conocido como «el cocinero de Putin».

Su multimillonaria fortuna se debe, según algunos, no sólo a los banquetes de gala organizados por el Kremlin, sino sobre todo a los lucrativos contratos de intendencia para las Fuerzas Armadas rusas.

Según los autores del reportaje, que han entrevistado a familiares y a reclusos que cumplen condena en una colonia penitenciaria próxima a la ciudad de Yaroslavl, al noreste de Moscú, Prigozhin ha hecho ofertas económicas y de redención de penas a cuantos acepten luchar en Ucrania.

Quienes se declaren dispuestos a alistarse recibirán una soldada de 100.000 rublos (unos 1.700 euros) más una prima inicial por una cantidad parecida, y al cabo de seis meses se anularán además sus condenas.

En el caso de que murieran en el frente de batalla, sus familiares recibirán una indemnización de cinco millones de rublos (cerca de 84.000 euros).

Según el testimonio de los presos, el hombre que los visitó y dijo representar a la empresa militar privada Wagner, les aseguró que tenía permiso «de muy arriba para reclutar a hombres para la guerra».

El equipo de prensa de Prigozhin niega, sin embargo, que el oligarca tenga algo que ver con el grupo Wagner, bautizado con el apodo militar de su comandante, Dmitri Utkin, ex funcionario del servicio de inteligencia militar de las FFAA rusas y entusiasta de la música de Richard Wagner.

Esa empresa de mercenarios alcanzó por primera vez notoriedad en la guerra del Donbás, en la que ayudó a los independentistas de esa región mayoritariamente rusoparlante a luchar contra las Fuerzas Armadas de Kiev.

Según medios occidentales, en la guerra de Ucrania, Vladimir Putin se ha visto prácticamente obligado a recurrir a todo tipo de mercenarios por el elevado número de bajas en las unidades militares regulares y porque el Presidente se resiste a la movilización general.

Según el portal de internet ruso de oposición Meduza, que informa desde Letonia, tanto el grupo Wagner como la empresa militar Redut colaboran estrechamente con el ministerio de Defensa de Moscú.

En algunas regiones de Rusia se busca alentar el alistamiento de voluntarios para el frente ucraniano con ofertas pecuniarias mientras que los varones que viven en las regiones ocupadas del Donbás se ven obligados a luchar muchas veces contra su voluntad.

Según la organización de derechos humanos de los presos Gulagu.net, en al menos diecisiete colonias penitenciarias de distintas regiones de Rusia, el grupo Wagner trata de reclutar a reclusos para la guerra.

Y la empresa de mercenarios ha conseguido alistar ya a entre un millar y tres mil presos que cumplen condena por asesinato, robo y otros delitos graves. Simple carne de cañón como la que se da por desgracia en todas las guerras.

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