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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Chantaje

Todo el mundo está muy indignado con el rey de Marruecos. Pero en esto de la indignación hay barrios. Está el barrio del PSOE canario, por ejemplo. Es un barrio muy formal de casitas idénticas y setos bien abonados donde no se oye una palabra más alta que la otra sobre las relaciones con Marruecos y su gobierno. La indignación, en ese barrio, se expresa en voz baja, y es básicamente instrumental. No se cuestiona en absoluto el giro político y diplomático de Pedro Sánchez al margen de las Cortes y de su propio gabinete, sino que se critica –implícita o explícitamente– que la otra parte no cumpla con sus compromisos, es decir, que no tapone con la suficiente eficacia la derramada de migrantes que parten de sus costas hacia Canarias o controlen sus propias mafias de traficantes de carne y esperanzas humanas. El subtexto de esta indignación apenas susurrada, una suave ventosidad a la que no delata un músculo de la cara, es que no te puedes fiar del moro.

Luego están los otros barrios de la indignación. En los barrios que quedan intramuros del Gobierno se puede gesticular mucho, incluso está tolerado pegar un chillido de vez en cuando, ay, pobres saharauis, oh, vil déspota coronado, pero nada más, por supuesto. Esta indignación quiere seguir viviendo, como es obvio, en los barrios de la zona gubernamental, así que puede apretar los dientes y lanzar puñetazos al vacío, pero no se moverá un centímetro, y por las tardes, entre protesta y promesa, entre promesa apasionada y protesta inclaudicable, bajan a la piscina climatizada de la urbanización y se toman unos mojitos en la lucha final.

Los barrios del extrarradio son diversos. Esta el barrio del PP, donde se indignan no con Mohamed VI, ni con la inmigración africana, ni con la violencia y la miseria que la generan, sino con Pedro Sánchez. El PP solo se indigna ya por Pedro Sánchez. Lo ven un instante o le escuchan media frase y ya empiezan a temblar de ira. La extremada personalización del odio tiene sus ventajas. Si lo que te indigna es invariable y exclusivamente Pedro Sánchez ya no tienes que explicar nada más: ni tu diagnóstico de la situación, ni tu alternativa, ni siquiera seguir cabalmente el desarrollo de los acontecimientos. Si Pedro Sánchez no estuviera en La Moncloa desaparecerían la mitad de los problemas y la otra mitad los resolvería Alberto Núñez Feijóo en cuanto tomara el poder. A mí Núñez Feijóo me parece un señor muy correcto, pero conozco vendedores de lavadoras de carga horizontal más convincentes que él. Finalmente está Coalición Canaria, que sí se preocupa por desarrollar argumentos y señalar errores y contradicciones del Gobierno español sin dejar de denunciar el seguidismo impúdico del Gobierno de Canarias. Pero, alternativas, pues no se les ocurren. Por lo menos lo suficientemente pragmáticas para ser consideradas como tales.

Y ese es, precisamente, el horripilante cogollo de esta situación. Marruecos es el socio principal de Estados Unidos y la Unión Europea en el norte de África y, en la práctica, viene siéndolo de España desde los años noventa. Y en su posición disfruta de un amplio margen de autonomía para imponer –sutilmente casi siempre– condiciones en sus relaciones con España. Los estadounidenses no van a apear a los marroquíes de su trato preferencial porque abra de vez en cuando la espita de la migración irregular o se pongan farrucos al renegociar tratados de pesca o aumenten todavía más su gasto militar frente a unos Fuerzas Armadas españolas infrafinanciadas, sobre todo, si es Washington quien les vende las lanchas, los aviones y los helicópteros. Canarias es la víctima sacrificada por los intereses políticos, comerciales y diplomáticos de Estados Unidos y España y designada de facto frontera sur de la UE para la contención, encarcelamiento y repatriación de los inmigrantes. No es un chantaje. Es una política compartida por tres potencias.

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